Amistad larga con Pérú
No podemos dejar de valorar lo que han hecho todos los entes, principalmente los directamente afectados, por lograr revertir un escenario adverso.
¿Qué poder tienen los jueces de la Haya, para afirmar que todo lo que ellos dispongan debe aceptarse sin discusión?.
Son tantas las reflexiones que hemos leído y escuchado en discurso, debates, mesas redondas, foros, entrevistas, etc. Protagonizados por calificados representantes de la política, del periodismo, de analistas, juristas, etc. Que en algunos segundos uno se pierde. ¿Ganamos o perdimos? Es casi una pregunta obligada a quienes estimamos como los más expertos en la materia.
Una de las situaciones, sin embargo, que deja a muchas personas meditando se podría decir o resumir en una pregunta. ¿Qué poder tienen los jueces de La Haya, para afirmar que todo lo que ellos dispongan debe aceptarse sin discusión? Considerándolo así, ellos son infalibles. La verdad que todas las controversias que ha habido después, que han sido muchas, tienen en esa afirmación su origen. La infalibilidad en estas condiciones y frente a un caso con tantas aristas, es evidente un error. El tema va a seguir pendiente, situación que ya se está advirtiendo.
Frente a esta realidad en que hubo la intención de imponer la verdad de La Haya, como "Verdad revelada", que esa sí no admite discusión porque es un dogma, no nos queda otra solución que hacernos partícipes de la verdad histórica. Esa sí nos ayuda a no seguir enfrentándonos con nuestros vecinos peruanos. Todos sabemos lo que Perú significó para Chile, con Bernardo O'Higgins a la cabeza, preparando la expedición libertadora, consecuente con la idea del prócer, que era necesario ayudar a Perú a liberarse de España. Mientras eso no ocurriera, su misión libertadora no estaría concluida. De De ahí su famosa frase, cuando la escuadra libertadora zarpó de nuestras costas el 20 de agosto de 1821: "De estas cuatro tablas depende el destino de América". ¿Cómo respondió Perú? Pues, recibiendo a O'Higgins con los brazos abiertos para que, entre ellos , pasara las molestias que le provocaron su abdicación al gobierno de Chile. Para hacerle más grata su permanencia, le regalaron la Hacienda "Montalván", lugar donde vivió con su familia y donde finalmente falleció el 24 de octubre de 1842. Ese hecho histórico nos hermanó definitivamente con Perú y eso es lo que hoy nos importa.