Cuesta no sorprenderse cuando es una investigación periodística y no son nuestras instituciones las que develan otro lado oscuro de nuestra historia.
¿Gastarías tu tiempo pelando a otros?, ¿si podemos hablar bien de alguien por qué hablar mal?
Tengo la impresión que una de las características de la sociedad contemporánea es que cada uno ve lo que quiere ver. Esto nos ha llevado a verdaderos asesinatos morales. Somos testigos de "asesinatos físicos". La violencia personal, familiar o social los causa. También somos testigos de "asesinatos espirituales", cuando se mata el alma de la persona por injusticias y maltratos de cualquier tipo, quitándoles la alegría. Sembrando honda tristeza interior y arrancándoles las ganas de vivir. Pero hay otro asesinato que es el moral, que se da cuando se le quita la fama a alguien: una persona, una familia, una institución. La calumnia, difamación, causa "asesinatos morales". Se puede difamar, matar moralmente, por ligerezas, por repetir afirmaciones hechas por otros, sin reflexionarlas, ni analizarlas ni ser críticos ante ellas. Se difama también cuando, ante un hecho o un acontecimiento se elaboran hipótesis y se hacen juicios que no tienen un real fundamento y que, si se debieran probar científicamente o en un tribunal, no resistirían la prueba. Nuestras afirmaciones se generalizan con personas, familias e instituciones, donde por la culpa de uno pagan todos. Hay quienes difaman por maldad, buscando hacer daño por algún interés económico o perverso. Son "asesinatos morales" en el pleno sentido de la palabra, con todo responsabilidad y alevosía. Son los que creen firmemente en la afirmación de F. Bacon, "Calumniad con audacia; siempre quedará algo". Qué difícil es reparar el pelambre que quita la fama. Los antiguos la compararon a una gallina a la que le quitan las plumas y las lanzan al viento: ¿Quién podrá recoger de nuevo esas plumas -la fama- y colocarlas en la gallina?. Nuestras conversaciones y todo acto de comunicación deben procurar la verdad y la paz, nos lo ha recordado el Papa Francisco. Si no hay verdad, difícilmente habrá paz, por eso no todo depende de cómo veamos las cosas, sino de cómo son en la realidad. Si tuvieras cosas importante que hacer, ¿gastarías tu tiempo pelando a otros?, ¿si podemos hablar bien de alguien, por qué hablar mal?, ¿te atreverías a parar un pelambre? Sí ha de conversar y comunicar que sean cosas bellas y buenas que dejen paz, sabiendo que la paz se construye sobre la verdad de lo que las cosas o hechos son y no sólo lo que quiero ver sobre los demás.
Obispado de Chillán.