Hoy me duele Palestina
No tengo más armas que mi pluma. No tengo mas armas que mi conciencia y mi compromiso consecuente que he ido construyendo a golpes de batalla cotidiana por conseguir mejor condiciones de vida. Mejores condiciones para todos, sin exclusiones.
No tengo más armas que la palabra con contenido que he ido atesorando en mi espíritu, tras las trincheras en que me he cobijado para emprender aquellas batallas. Trincheras en las que he estado acompañando a gente con enormes municiones de inteligencia y de saber. Y que de tanto acompañarles, algo se me ha ido contagiando, especialmente en la consecuencia para aunar palabra con acción.
Y no tengo más armas, lo reconozco. Pero las que tengo, las valoro como la gota que va horadando la roca, con constancia, cargada de razones, sin disposición de los que luchan, igual que yo, por el ideal de la vida mejor, de la vida sin desigualdades, sin explotación lacerante y obscena.
Por ejemplo, hoy me duele Palestina. Siento dolor por los que van cayendo bajo las balas asesinas y prepotentes. Por lo que están siendo avasallados y acorralados por el abuso del que tiene la fuerza y no la razón. Por las mujeres y los niños que derraman su sangre sin poder defenderse, con un grito ahogado de espanto en las gargantas. Por los jóvenes que levantan los puños desafiando al sol y comprometen su propia vida en señal de impotencia. Siento dolor por Palestina.
Pero también siento dolor por la Humanidad cómplice, que mira sin ver lo que está pasando. Poderes con capacidad de decisión que guardan silencio encubridor. Que emiten de vez en cuando una palabra de queja, sin peso, sin convicción, que se pierde en el aire nada más nacer. Aquella Humanidad que por compromiso coludido mira a un costado, sin una brizna de pudor.
Siento dolor por esa Humanidad, que es dominada por los fabricantes de las armas que matan inocentes. Por los industriales de medicinas que aprovechan los mercados de la muerte. Por los constructores de ignorancias a escala planetaria con verbo hipócrita. Por los amplificadores de aquel verbo, convertidos en periódicos, en cadenas audiovisuales, en redes de tecnologías modernas que achican el mundo ya pequeño, y que siembran el oscurantismo empobrecedor.
Siento dolor porque la moral es derrotada por lo inmoral. Porque la inteligencia es barrida por la procacidad de la ignorancia. Porque la brutalidad dominante arrasa el paisaje hermoso de los amaneceres, destruyendo los atardeceres del alma y pisoteando la blancura de la paz, tan vapuleada, tan humillada, pero tan necesaria... Sí. Siento dolor por Palestina y por el perverso dominio que la hace sufrir.