Los efectos impensados que ha traído la aplicación del Ranking de Notas (RDN) reflejan la existencia de graves problemas que padece el sistema escolar nacional. Es sabido que el problema más complejo es la alta segmentación del sistema escolar como consecuencia de la selectividad intelectual (notas) y económica predominantes.
En este contexto, cualquier procedimiento que se invente para corregir las desigualdades sistémicas, como la BEA, el RDN, o el Propedéutico, etc. serán inútiles si no se va al fondo del problema. Intentar corregir las desigualdades estructurales con procedimientos estadísticos, por ingeniosos que sean, no hacen sino reconocer que existe un problema mayor, una enfermedad, que no se va a resolver con paliativos, por muy bien inspirados que estén.
Tenemos un 'modelo de gestión' del sistema escolar que privilegia el rendimiento académico de los estudiantes, modelo que se sustenta en tres principios de efectividad: a) seleccionar a los estudiantes con los promedios de notas más altos (¿los mejores?), b) corroborar la disponibilidad de ellos para los estudios a través del informe de personalidad (¿inclusión?), y c) disposición de recursos económicos para
retener y potenciar a una élite intelectual (¿equidad?). Con esa 'cohorte', los colegios más exitosos cubren los contenidos curriculares al tercero de EM y dejan cuarto para preparar la PSU. El problema es para aquellos liceos con baja cobertura curricular, con altas tasas de inasistencia o ausentismo, con escases de recursos pedagógicos y materiales y con un sistema de supervisión al aula, distante e inefectivo.
El sistema escolar requiere soluciones que, aparentemente no interesan a nadie, pues da la impresión que los resultados de aprendizajes se ajustan a las expectativas sociales que existen sobre ellos y que se pueden 'corregir' con medidas meritocráticas que simulan el ejercicio de una sociedad democrática y humanista que tenga en su base el desarrollo integral de la persona humana.
Probablemente el 2015 se introduzcan cambio al ranking de notas, pero el problema seguirá vigente: la desigualdad instalada en la sociedad chilena casi como un estado natural.