Familia y sociedad
Cada vez que llega el mes de octubre, la Iglesia se da un tiempo para pensar y reflexionar acerca de la importancia de la familia. La historia de la fe está traspasada por la presencia de ella.
La vocación para y por la familia no está presente en todas las personas, pero sí cada una necesita de ella para crecer sanamente y conformarse. La familia marca la historia de una persona y podríamos decir que en gran medida definirá la personalidad de un sujeto. La familia deja una impronta que vamos transmitiendo por generaciones. Nos entrega algunas características buenas o malas que nos acompañan.
El tener vocación para la familia nos habla de una necesidad de amar a otro y construir en conjunto. La vocación para la familia requiere de una vocación comunitaria, de sentir la necesidad de otros para amar y proteger.
La vocación de familia lleva entrelazada el anhelo por los hijos, no como si estos fueran un derecho personal o de pareja sino como el deseo de poder dar vida a nuestro amor. Lejos está de la vocación cristiana para la familia, aquella concepción de que toda persona tiene derecho a tener un hijo a costa de lo que sea, como si lo central fuera la necesidad de tener a otro y no de amar a otro por ser ese expresión del amor.
En realidad mucho se habla de familia pero poco se hace por ella. La legislación, incluso está muy lejos de buscar dar incentivos o preocuparse de que las personas vivan en familia y sean felices en ella. Nos quedamos con lo externo y damos prioridad a la productividad. De hecho gran conmoción ha causado la idea de cerrar el comercio el día domingo un poco más temprano pensando en cientos de trabajadores que no pueden gozar de un tiempo merecido para ellos y sus familias.
Algunos manifiestan, aminorando la culpa, que lo importante es la calidad y no la cantidad en referencia al tiempo que le podemos dedicar a la familia, como si fuera posible generar calidad sin cantidad.
Pensar en la familia es una apuesta para poder construir una sociedad donde los seres humanos experimenten la felicidad no sólo como una situación pasajera sino que sean capaces de sentirse y experimentarse como sujetos plenos.
Psicóloga,