Cuidemos el alma de Chile
Ilustres pastores y reconocidos constructores de nuestra patria han hablado de que Chile tiene un alma, es decir que hay en el corazón de nuestra sociedad algo que no se puede ver con los ojos, tampoco medir, ni pesar, pero que sin ella la comunidad nacional muere: es el alma de Chile.
Nuestra alma, como nación, se ha alimentado por siglos de una antropología cristiana que pone a la persona humana en el centro de nuestra atención. El bien común depende del bien de cada uno de los hijos e hijas de esta tierra, y se construye con firmeza cuando la preocupación fundamental es el desarrollo de la vida humana en plenitud. Ello implica un constante esfuerzo por mejorar la calidad de vida de todo chileno y chilena, en todas sus dimensiones, en justicia para todos sin distinción. Pero el ser humano no sólo demanda buena educación, dignos servicios de salud, trabajos estables y salarios justos, requiere además coexistir en una sociedad con principios sólidos, y valores que lo enaltecen. Es el alma de Chile, que se ha consolidado por el esfuerzo de muchos quienes, anteriores a nosotros, soñaron con una sociedad que valora y ama la vida humana, protegiendo a los desvalidos, de manera muy especial a los que aún no nacen, que no pueden defenderse, gritar, ni hacer cumplir su derecho fundamental a vivir.
Frente a las recientes discusiones que se abren con el proyecto de ley para legalizar el aborto en Chile nadie puede quedarse fuera del debate, ya que lo que está en juego es el valor de la vida humana, su inviolabilidad y si la sociedad puede, legítimamente, establecer leyes en desmedro de los más vulnerables, como son los que están por nacer, por simple votación de mayorías.
El tema no es menor, aunque muchos parecen no darse cuenta en estos momentos, aceptando fácilmente argumentos basados en ideas que, disfrazadas de un 'barniz de modernidad', desean imponerse sin atender la reflexión antropológica, filosófica, teológica, en el contexto de la ética y el derecho.
Cuidar el alma de Chile es una obligación de todos los hijos e hijas de esta tierra, llamados a defender y proteger responsablemente la dignidad humana, desde la concepción en el seno materno hasta la muerte natural.