Comentando con algunas personas el libro "Proceso de convertirse en persona" (C. Rogers) coincidíamos en que uno de los grandes cuestionamientos que nos hacemos los seres humanos es cómo podemos llegar a ser persona en plenitud y, por lo mismo, cómo ayudar a formar a los niños y jóvenes para que sean personas en el más hermoso y genuino sentido de la palabra. Nos parecía que no es una tarea fácil por la cantidad de modelos y propuestas superficiales con las que nos encontramos a diario. Sin embargo, hay un modelo que tiene muchos años y que goza de una perenne novedad. Este modelo nos muestra que se es persona cuando se tiene la capacidad de dar y no tanto recibir y acaparar. Se es persona cuando se vive con autenticidad y no de apariencias y ficciones. Se es persona cuando se tiene el don de amar a los demás entregando incluso la propia vida si fuese necesario. Se es persona cuando el dolor y la adversidad se acogen con sacrificio, tomando la cruz sobre los hombros, quizás con miedo y angustia, pero sin evasión, dando al sufrimiento un sentido transformador y liberador. Los cristianos atestiguamos, sin temor a equivocarnos, que hay un camino para ser persona que nos vino a mostrar Jesucristo, recorriendo personalmente el camino del dolor y la pasión. Y es eso precisamente lo que celebraremos en esta semana que llamamos "santa". En ella no sólo recordamos algo que ocurrió hace dos mil años en Jerusalén, sino que, a través de los ritos que son necesarios, celebramos el acontecimiento que da sentido a todas las demás semanas del año y de nuestra vida cotidiana inserta en la sociedad. Los cristianos no somos "jesusistas", no vivimos pendientes de los hechos del pasado, sino que vivimos con las botas en el barro y las manos metidas en la masa para dar cuerpo al proyecto de Jesucristo: construir este mundo más justo, fraterno y solidario, con la certeza de que esa experiencia del mismo Jesucristo nos enseña a convivir con los demás, a descongelarnos ante el hermano adolorido, a enfrentar la traición con una actitud misericordiosa que busca el perdón sincero, a dar sentido a la adversidad y el desencanto desde el amor sincero que todo lo transforma y lo ennoblece. Sin duda, en esta semana proclamamos que Jesús vive, sufre, muere y resucita para que nosotros también sepamos vivir, sufrir, morir y resucitar…¡No conviene olvidarlo nunca!.
P. José Gustavo Segura Alarcón