Los desafíos que debe enfrentar la Ley Emilia
En febrero pasado, Carabineros de Chile dio a conocer un primer balance de la implementación de la Ley Emilia con un positivo saldo: en el periodo analizado, particularmente en los últimos cuatro meses del año 2014 -post aprobación Ley Emilia-, no sólo hubo una reducción de accidentes, sino que también de consumo de alcohol entre los automovilistas.
Según datos de esa institución, durante 2014 se practicaron fiscalizaciones a más de tres millones de vehículos, deteniendo a 12.546 personas por conducir bajo los efectos del alcohol. Pese a que ésta es aún una cifra alta, el descenso en ella es considerable luego de aplicadas las leyes de Tolerancia Cero (disminución de los gramos de alcohol por litro de sangre para establecer la conducción bajo la influencia del alcohol y en estado de ebriedad) y Emilia (endurecimiento de las penas por conducción bajo la influencia del alcohol y en estado de ebriedad). De hecho, ambas modificaciones legales han demostrado (junto a una correcta fiscalización de Carabineros) un importante poder inhibitorio: previo a estas normativas un 22% de los controles por alcohol marcaban positivo. Hoy, alcanzan menos de 3%.
Ésta es una cifra que celebramos como país y que esperamos seguir disminuyendo, con un trabajo conjunto entre una ciudadanía con mayor conciencia sobre los riesgos de la conducción bajo los efectos del alcohol y una policía muy oportuna en la fiscalización. Sin embargo, olvidamos una de las variables de la Ley Emilia: este reglamento también sanciona la conducción bajo los efectos de las drogas, homologando esta sanción a conducir en estado de ebriedad.
Diversos estudios han demostrado cómo las distintas drogas provocan alteraciones en las capacidades psicomotoras de un conductor, estimulando, deprimiendo o alterando -según sea su naturaleza- sus funciones y percepciones. Cientos de estudios han comprobado que drogas de distinta naturaleza (como la marihuana, la cocaína o el LSD, por nombrar algunas) provocan alteraciones en la velocidad del pensamiento, sensoriales y motoras; afecciones cardiacas; dificultad de atención e impulsividad, entre otras, por lo que su uso está prohibido en todos los códigos de conducta vial.
En Chile no contamos con un sistema de medición/fiscalización del uso de drogas en autopistas y caminos, algo que parece un oxímoron en una sociedad capaz de hablar sobre una posible despenalización del consumo de marihuana -con fines medicinales o recreativos-, pero no cuenta con las herramientas básicas para cuidar de las vidas de sus ciudadanos.
Patricio Labatut,