Nuestra democracia acaba de cumplir uno de sus trámites constitucionales más esperados, la Cuenta Pública de la Presidenta de la República ante el Parlamento Pleno. Tuvimos una espera larga y expectante, puesto que la actualidad así lo imponía. El enorme desgaste de la credibilidad del mundo político. La falta de transparencia y corrupción de algún empresariado. El desprestigio tan masivo, tan contundente, convulsionaron el ambiente social y exigieron explicaciones y medidas urgentes en la dirección de reconstrucción de las confianzas perdidas.
El discurso de Michelle Bachelet no escabulló temas, ni tampoco la autocrítica. Y nos planteó un aspecto que llamó la atención: de las derrotas, conseguir victorias; de las caídas, el aprendizaje para no volver a tropezar. Incluso más, liderar procesos de modernización de nuestro país, limpiarlo de las malas prácticas, adoptando posiciones concretas y claras que combatan la corrupción. Y para ello, dotar a las instituciones del Estado de los medios suficientes para hacerlo con contundente eficacia.
Se le puede creer o no. Cada opinión es respetable. Lo que es innegable es que estamos ante una puerta que se nos abre para echar andar con nuevos bríos nuestro crecimiento como país y como sociedad, modernizando las estructuras y levantando a un hombre nuevo capaz de construir futuros esperanzados.
El ruido pequeño nos ha silenciado la enorme tarea que ya se ha puesto en marcha. Los pasos que se han dado, son importantes. Están ahí. Ha habido una gran labor de cambios y transformaciones que fueron el motor del voto que llevó a Bachelet a la primera magistratura de la Nación. Ahora es el momento del reimpulso. Pero, entre todos.
Llegó la hora de la participación. Todos estamos de acuerdo en que necesitamos un nuevo marco constitucional, nuevas estructuras para un Chile más moderno y más igualitario. Más inclusivo en sus decisiones y en su accionar concreto. Aquí no hay freno, porque todos -de una u otra forma- hemos estado diciendo que queremos avanzar en nuevas condiciones. La diferencia está en el cómo lo hacemos.
Unos hablaron en su día, movidos por un entusiasmo desorbitado, de la retroexcavadora. Hoy nos piden que participemos, que entreguemos nuestra opinión, que aportemos nuestras ideas. Es decir, todos valemos en el gran diálogo nacional. No somos sólo un voto más. Nuestra palabra valdrá. Entonces, exijamos que se nos abran los cauces de tal participación, que se nos escuche y que nuestras ideas valgan. O sea, es la hora de reencantarnos con participación. O sea, avanzar en las transformaciones sin prisas, pero también sin pausas, sin desmayos, sin descansos. El futuro de Chile es responsabilidad de todos.
Miguel Ángel San Martín