La vida siempre ha puesto a pruebas a Verónica Rivero y Nancy González. Dos historias de emprendedoras chillanejas que se funden en esfuerzo, dedicación y ganas de salir adelante frente a los desafíos de la vida.
Verónica Rivero asegura que la artesanía es su pasión. Un día vio un aviso de empleo como vendedora en un puesto artesanal. Ella necesitaba dinero y su madre le aconsejó vivir esa experiencia y fue así como llegó a un rubro que la apasiona y que le permite dejar volar su imaginación. "Esa vivencia me marcó y empecé a familiarizarme con distintas técnicas manuales", comenta.
Lo primero que hizo fue un curso de orfebrería. "Me gusta mucho hacer joyas. Sin embargo, me he ampliado y actualmente entre mis creaciones figuran aros de plata, bisutería, macramé, atrapa sueños, distintos tipos de tejidos y velas", detalla.
Para vender sus productos participaba en distintas ferias itinerantes, lo que la ha llevado a conocer a un número importante de personas en su ciudad. "Me empecé a reunir con personas para formar un grupo para dar vida al Banco Comunal (BC) "Bancristo, al que pertenezco hace casi nueve años", dice.
A su juicio, esta experiencia grupal ha sido increíble, porque en cada una de las reuniones, les deja algún tipo de enseñanza.
Verónica Rivero asegura que el próximo sueño de esta microempresaria chillaneja es tener un bazar en el centro de la ciudad. "Estoy segura que con esfuerzo lo lograré. Por ahora, mi siguiente paso es tener nuevamente mi casa, ya que después del 27F la que tenía se vino abajo. Pero acá estoy, saliendo adelante y luchando día a día por superarme", enfatiza esta emprendedora chillaneja.
ESFUERZO Y TESÓN
Nancy González es dirigente vecinal de una Población de Chillán, cuyo nombre la refleja plenamente "El Esfuerzo".
Nancy se define como una mujer porfiada, que lucha por lo que quiere hasta conseguirlo y prueba de ello, son los quince años que está pronto a cumplir su negocio. Un proyecto que inició para aportar ingresos a su hogar.
Su historia comenzó el año 2000 cuando la crisis económica golpeó a su puerta. Con dos hijos pequeños, tenía claro que cualquier trabajo que emprendiera debía ser junto a ellos.
"Lo conversamos con mi esposo y decidimos invertir en un kiosco que pusimos en la esquina de nuestra calle, así podía estar siempre cerca de mi casa y no perder de vista a los niños", recuerda.
Fue sí como empezó vendiendo comida rápida a sus vecinos y a quienes andaban de paso por el sector. "Ofrezco completos, papas fritas y bebestibles. Ya conozco los gustos de mis clientes y ellos saben que me preocupo por la calidad, así que siempre terminan comprando más", afirma.
Uno de los resultados de su esfuerzo fue adquirir su casa. "El comienzo fue difícil, ya que estaba en el local de lunes a lunes sin parar, pasando frío y muy cansada. Pero siento que todo valió la pena, por lo menos ahora me doy el lujo de descansar cada domingo", destaca.
Al igual que Verónica Rivero, una pieza importante en este crecimiento fue el apoyo brindado por algunas instituciones. "Siempre he sido participativa en mi comunidad, así que cuando Fondo Esperanza me ofreció formar un Banco Comunal (BC), no lo dudé, ya que muchas personas nos veríamos beneficiadas", rememora.
De eso, han pasado siete años, en los que cada microcrédito ha significado un nuevo paso para ella.
"Con ese dinero voy renovando mis herramientas de trabajo y mantengo stock de ciertos productos", dice.
La dirigente vecinal y emprendedora recalca que esta es una actividad que le encanta. "Vender es lo mío. Pero administrar con orden, fue algo que integré en Fondo Esperanza, por lo que ha sido un apoyo importante para mi emprendimiento. Realmente la institución nos da fuerza para seguir trabajando", expresa.
Marcelo Arroyo L.