Ríos de tinta, en muchos idiomas, han corrido por el mundo hablando de Arturo Vidal, un pobre niño que está sufriendo las consecuencias de un enriquecimiento descomunal y en corto plazo. Haga lo que haga cree que es una gracia y nosotros lo convertimos en noticia. Las habilidades con los pies las ha desarrollado con mayor éxito que las de la cabeza… ¡Pobre niño rico!
Hemos visto, oído y leído todo cuanto se pueda imaginar con respecto a su accidente, en las circunstancias en que se produjo, y recordando episodios similares protagonizados por él con cierta frecuencia.
Pero son pocos los que se han detenido en las responsabilidades de los demás. Como por ejemplo, nosotros mismos, que somos aficionados al fútbol, que repletamos los estadios o que nos preparamos con la familia y los amigos para ver cada partido como si fuese una liturgia. Con antelación, comprando camisetas, banderas, gorros, engordando el llamado "marketing" y las billeteras de quienes manejan aquel espectáculo. Si hasta nos da tiempo para hacer apuestas y para componer fórmulas de juego, porque nos hacen creernos comentaristas especializados.
Y los periodistas, animando la cueca, pues… Porque, esto del fútbol se ha convertido en un espectáculo ampuloso, en un negocio próspero y en un dinero relativamente fácil. Y como tal, cada cual en su papel, acrecentando la expectación y levantando mitos con pies de oro y cabeza de barro. Mientras más gente esté pendiente del espectáculo, mejor para el negocio…y mientras más chambonadas hagan estos mitos con su vida privada/pública, mejor para las finanzas de los inescrupulosos.
Por eso creo en las escuelas de fútbol, en la preocupación pública de la formación integral de los/as muchachos/as, en la enseñanza desde pequeños/as a ser buenas personas y buenos deportistas. En definitiva, a pensar antes de hacer.
En otras latitudes, los grandes clubes van creando sus semilleros, formando más integralmente a los talentos locales. Invierten en futuro, pero evitando que surjan "monstruitos" que llenan sus bolsillos, pero vacían sus cabezas. Y con ello se evitan problemas posteriores a la hora del negocio de los traspasos
Además de la educación, creo en la moderación de las exaltaciones desde los medios de comunicación y desde el conjunto de la sociedad. Con moderación e inteligencia podríamos acabar con los falsos mitos de las chambonadas antes descritas. Pero también se borraría de un plumazo a los corruptos que dirigen organizaciones transnacionales, responsables de los espectáculos donde el dinero se mueve groseramente hacia cuentas bancarias de paraísos fiscales.
Miguel Angel San Martín