Amar nuestra condición rota
Un pasaje a Santiago que habitualmente tiene un valor de casi siete mil pesos, se empinará sobre los once mil e incluso en algunas empresas su costo llegaría a los 17 mil. Esto nos permitirá vivir las caídas sin aquel dramatismo que busca ocultarlas compulsivamente.
En una de las conversaciones que he tenido recordé el título de un capítulo de un libro con el que titulo este artículo. El contenido de dicho capítulo es una invitación a tener un mínimo de realismo cuando uno piensa en sí mismo y en los demás. Gracias a este realismo se descubre, con admiración, las bondades que están guardadas en nuestro corazón: allí están anidados nuestro amor y nuestros deseos de verdad, nuestra necesidad de compañía, nuestras alegrías ante la vida y nuestra fuerza para elaborar nuestras adversidades. Gracias a este realismo, descubrimos también en nosotros la presencia de mentiras e imágenes falsas que intentamos proyectar en los demás, deseos de amar posesivamente, temores, dolores y frustraciones que se tornan tremendamente peligrosos para una relación sana y nutritiva con los otros. Amar nuestra condición rota es descubrir la necesidad de acoger, amar y compartir nuestra vida tal cual la hemos logrado construir, agradeciendo por todo lo maravilloso y haciendo el compromiso de trabajar responsablemente por todo aquello que consideramos como tarea pendiente. Es entender lo que uno vive y entenderlo también en los demás, con una mirada misericordiosa y solidaria, simplemente porque hablamos entre personas que tenemos características semejantes, que tenemos dificultades parecidas y estamos dando la misma lucha. Me parece que es un buen motivo para brindar en esta celebración de fiestas patrias: amar no sólo nuestra condición rota, sino también la de los demás y la nuestro país. Así evitaríamos un optimismo exagerado que pone la mirada sólo en las bondades, y evitaríamos un excesivo pesimismo que mira sólo las oscuridades que aún son tareas pendientes. Esto nos permitirá vivir las caídas sin aquel dramatismo que busca ocultarlas compulsivamente. Al contrario, nos permitirá reconocerlas con humildad y pedir humildemente ayuda para elaborarlas sanamente y superarlas desde el respeto y la solidaridad. Quiero invitarlos a vivenciar esta conmemoración de nuestras fiestas patrias con un sano realismo, donde las distintas actividades sean expresión y compromiso de acoger y amar la condición rota de nuestra patria, y no banalizarla con elementos anestésicos que adormece lo que el "alma de Chile" (Card. Silva) una vez más nos está invitando a construir.
Padre Gustavo Segura Magíster en Acompañamiento Psico-espiritual Obispado de Chillán