Éramos cinco felices profesores primarios, los cinco egresados de las Escuelas Normales, René Oyarzún Melin y Rafael Montecinos Díaz de la Normal de Valdivia; Mario Cerda Cuitiño de la Normal de Chillán; Antonia Ruiz de la Normal de Angol; y yo de la Normal de Victoria. Los cinco trabajábamos en la Escuela de Aplicación, anexo a la Normal valdiviana. Allí aprendimos a trabajar en equipo y a dirigir con mística la práctica de los normalistas, estudiantes de quinto y sexto años o sea del ciclo pedagógico de los estudios normalistas. Todo iba muy bien, pero en 1956, sucedió el Valdivia un hecho muy importante. Surgía la Universidad Austral con muchas carreras, entre ellas la de Pedagogía en castellano. Cinco de nosotros aspirábamos a estudiar esa especialidad. Pero debíamos superar dos situaciones: La autorización del Director de la Escuela Normal y luego, la rendición del Bachillerato que corresponde a la PSU de hoy. Conseguimos superar las dos situaciones. No nos cupo ninguna duda que nuestro éxito se lo debemos a nuestro director, quien se preocupó por entero a que nuestro sueño se transformase en realidad. Y así fue. Nos matriculamos en la Universidad e iniciamos nuestra experiencia de cinco años. Todo resultó bien. Terminamos cuatro en la Austral. Rafael eligió educación y debió irse al Pedagógico a Santiago. René hizo quinto año de castellano en el Pedagógico y allí fue acogido como profesor cuando se graduó. Antonia, por otra parte, se había trasladado a Santiago a la Escuela Normal N° 1 de Mujeres, como Jefe de Práctica. Después nos percatamos que René y Antonia se habían casado. Ambos eran separados y buscaron una segunda oportunidad. Los cuatro que terminamos en la Austral, conseguimos trabajar en lo que habíamos estudiado. Yo pasé como profesor de castellano de la Escuela Normal; Mario se quedó en la Austral, con horas de clases, que él completó con horas de enseñanza media, hasta que el Golpe Militar del 73 dijo otra cosa. Por motivos políticos, Mario debió irse a Venezuela. Allá se doctoró y comenzó a trabajar en la Universidad de Los Andes, Núcleo universitario de San Cristóbal.
Jubilado ya de su docencia, Mario falleció en 1995. Allí escribió varios libros, incluso sus memorias y múltiples ensayos. Rafael se integró a la Sede Arica de la Universidad de Chile y se hizo cargo de una Cátedra, que la llevó a ser nominado Decano de la Facultad de Educación y Humanidades. Los casos de Antonia y René, ambos jubilaron y se quedaron a vivir en Santiago. Por mi parte, yo jubilé en la Educación estatal, como profesor de la Universidad de Chile, sede Ñuble y en la particular el 2008, siendo el único sobreviviente de aquel quinteto memorable, convencido que el verdadero fin de la existencia humana no se halla en la felicidad, sino en el desarrollo de todas las semillas que constituyen las individualidades de un hombre.
Por Carlos René Ibacache I. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.