Tres destellos
nona fernández también es guinosta de teatro y de televisión.
"Era una compañía alemana, dijo. Una que había llegado a instalar la luz. Eran muchos obreros y técnicos que desembarcaron con cables, ampolletas y alicates en la Plaza de Armas, el primer lugar que se iluminó en todo Santiago. Dijo que el trabajo demoró años. No especificó cuántos, pero imagino que los suficientes como para que uno de esos eléctricos alemanes conociera a una mujer y tuviera cuatro hijos chilenos con ella. Dos morenitos de ojos azules, una niña rubia de pelo liso y por último un colorín. Una noche la madre de los niños les informó que irían al centro de la ciudad. El padre había terminado parte de su trabajo y en la plaza se celebraría una ceremonia. Los morenitos, la niña rubia y el colorín salieron y caminaron por las calles semioscuras, apenas iluminadas por los pequeños faroles a mecha que alguien había encendido al atardecer. La niña rubia iba de la mano de su madre, así me dijo. Las sombras de sus cuerpos se proyectaban en los muros y en el suelo, avanzaban a sus espaldas sin despegarse de sus pies". (Página 17)
"En los años setenta el inquieto Pier Paolo Pasolini, cineasta italiano, poeta comprometido, novelista certero, ensayista lúcido, comunista incómodo, marxista y homosexual, publicó para el Corriere della Sera su conocido escrito sobre las luciérnagas en Italia. Cannileddi di picuraru, velitas de ovejero, como las llamaban los campesinos. Tan difícil era la vida del pastor cuidando sus rebaños en la noche, que la naturaleza le regalaba luciérnagas como vestigios de luz en la temible oscuridad". (Página 82)
"Estoy con mi vestido de huasa encaramada a un caballo de palo. Tengo un par de trenzas colgando por los hombros y el entrecejo arrugado porque seguramente me está dando el sol en la cara. Atrás se ven más caballos de palo y más fotógrafos como el que está disparando el obturador en ese momento. Aunque la foto es en blanco y negro, sé que el banco de madera que se ve a lo lejos es verde. Después de la foto nos sentaremos ahí a comer un algodón dulce o una manzana confitada. Siempre me llamaron la atención los caballos de palo de la plaza. Ahora hay algunos, tres o cuatro, que son inmortalizados con cámaras digitales. Pero antes eran muchos más, así lo recuerdo. Una manada de caballos de distintos colores, con sus pelos plásticos, sus ojos de vidrio, sus monturas de cuero y lana, siempre detenidos ahí, en el centro de la plaza, sin el encanto de los caballos de un carrusel, bastante más aburridos, diría yo, esperando a algún niño que quisiera montarlos." (Página 47)
dinko eichin frost
Extractos del libro
"Chilean Electric"
Por Nona Fernández