El agobiante estilo de vida de los chilenos, reflejado por la brusquedad de nuestro actuar cotidiano, tuvo una nueva y triple manifestación el fin de semana último: en menos de 48 horas quedaron atrás la playa, la frivolidad, la risa, chabacanería y siutiquería del Festival de Viña. Fueron reemplazados por el urgente retorno a las grandes ciudades, el recorrido urgente tras el uniforme y útiles escolares y el despertar temprano (bostezo y expresión agria incluidos) para volver a clases, a la oficina o al trabajo habitual. Aunque el verano recién termina el 21 de marzo, se cumplió el ritual de finalizar el descanso el último día de febrero.
Somos así. Apostamos a la inmediatez. Padecemos una bipolaridad colectiva, que nos lleva de la alegría a la amargura, de la risa a la tristeza, de la euforia a la depresión. Del trabajo al descanso y viceversa. El problema afecta a niños, jóvenes y adultos, víctimas de una forma de vida rutinaria, incluso en vacaciones.
Para enfrentar y superar el problema, es preciso asumir el mandato bíblico: hay un tiempo para todo. Es legítimo alegrarse al comienzo del verano, disfrutar piscinas, múltiples festivales, el quiebre de la rutina, etcétera. Pero tan legítimo como esto es retornar al ritmo de vida habitual, con las baterías recargadas, con un nuevo impulso vital. No se puede sufrir a cuenta de lo que quedó atrás. Terminó el tiempo de disfrutar y llegó el de cumplir las obligaciones de siempre: en la escuela, el liceo, la universidad, en el trabajo y el hogar. No está demás que sepa que los efectos del descanso desaparecen entre dos y cuatro semanas después del regreso.
Las vacaciones son como el "18", la Navidad, el Año Nuevo, etcétera: siempre vendrán otras. En el caso nuestro, el comienzo de marzo, si bien abruma a muchos, hace que los optimistas observen con mayor atención el calendario y "descubran" que pronto viene Semana Santa. Realizan reservas y comienzan a preparar destinos. Otros giran a mediano plazo y se confortan pensando en el 1 de mayo, Día del Trabajo. En fin, hay muchas maneras de mantener la alegría.
Lo importante en esos días es comprender y aceptar, que el short, el bikini, y hasta el colaless, quedaron atrás, lo que es natural. Fueron reemplazados por el jumper, el ambo y la corbata, prenda esta última en franca retirada. El consuelo será el mismo de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, en la antigua y recordada película "Casablanca", donde ambos se confortan: "Siempre nos quedará París". A los chilenos siempre nos quedará el recuerdo de las últimas semanas y la expectativa del próximo verano.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.