Pequeños viñateros confían en gestión de los centros de acopio
ÑUBLE. Mejores precios y la venta sin intermediarios deberían dar sus frutos esta temporada en los cuatros centros habilitados en el Valle del Itata.
"Esta es una actividad muy sacrificada, por eso nos preocupa lo que está pasando con las viñas y con el precio de la uva que están pagando que ya casi no sale a cuenta", afirma Sergio Álvarez, quien desde los 17 años y por más de un cuarto de siglo trabaja como temporero agrícola recolectando durante los finales de verano la uva en la comuna del "Valle del sol".
La realidad de Sergio es la que viven cientos de temporeros y de miles de pequeños productores en las comunas de viñateras del Valle del Itata de Ñuble. En especial en los últimos años con una merma en la producción debido al cambio climático, la sequía, las enfermedades fungosas, stress hídricos y los valores del kilo de uva vinífera por debajo de los costos de producción.
"Para que valga la pena tendríamos que vender el kilo por sobre los $150", dice.
Por el momento, solo se conoce el precio de la cepa Corinto a $80 el kilo y esta semana se sabría el valor de la variedad centenaria Moscatel de Alejandría.
"Si el precio sube, nos podrían pagar más por el cajón", señala este trabajador temporero y padre de dos hijos de 20 y 11 años.
Centros de Acopio
Sin embargo, esta situación podría empezar a cambiar en la presenta temporada, ad portas de las vendimias -no confundir con las fiestas municipales- y de la entrada en operaciones de cuatro centros de acopio en Quillón, San Nicolás, Portezuelo y Coelemu, con aporte de los propios viñateros e incentivos por más de $84 millones aportados por Indap Biobío.
Precisamente este jueves se hizo el segundo balance de estos puntos de comercialización, que permitirá a los pequeños viñateros asociados vender en forma directa, sin intermediarios ni "conchenchos" a los principales poderes compradores nacionales.
El seremi de Agricultura, Rodrigo García, confirma que el más adelantado es el naciente Centro de Acopio de la Cooperativa y Vitivinícola de Cerro Negro (Coovicen).
En tanto, añade, el centro de Viñas de Guarilihue SpA, ubicado en la localidad de Guarilihue (Coelemu), presenta 60% de avance, mientras que los dos restantes (de la Asociación Ecoparras Sociedad por acciones (SpA) de Portezuelo y del Comité Viñateros de San Nicolás), tendrían un porcentaje menor debido a que operan con una cepa vinera más tardía.
"El día lunes 21 empezamos a recibir uva de nuestros cooperados y de los clientes de la cooperativa", indica el presidente de Coovicen, Juan Carlos Lagos.
El dirigente viñatero confía en esta nueva modalidad de acopio y comercialización directa propuesta a la autoridad en las reuniones de la Mesa del Vino.
A la vez, Lagos espera acopiar esta temporada en el centro quillonino alrededor de 200 mil kilos de uva diarios, con un potencial comprometido de 2,5 millones de kilos de uva.
Todo eso será posible gracias a un equipo de trabajo y al nuevo centro y sus instalaciones, gracias a un comodato por 20 años renovables con el municipio en la ex Escuela Básica del sector El Arenal, a 15 kilómetros de la plaza de Quillón, y donde hasta hace poco funcionó el Prodesal comunal.
"Estamos a un 100%", destaca el máximo directivo de Coovicen.
Vida sacrificada
"Se gana, pero es dura", señala Marcela Elgueta mientras realiza la cosecha junto a su marido Manuel Padilla, actividad que en el mejor de los casos dura, en el caso de las viñas, alrededor de un mes.
Cada uno de ellos trabaja desde muy temprano para ir completando cada cajón de uvas que pesa 20 kilos y poder alcanzar diariamente entre 55 y 70 cajones por temporero, y de ahí que el bajo precio provoque la fuga de mano de obra hacia otras actividades más rentables.
Marcela señala que lleva cinco años en estas labores viñateras que se comparten el resto del año en la recolección de frutillas, arándanos y hortalizas.
"Uno da vuelta el año en esto", afirma Marcela.
Tanto ella como su marido destacan que el centro de acopio les ayuda por estar más cerca para la entrega de uva vinífera y con la posibilidad de un mejor precio.
"Nos sirve para vender", sostiene Manuel Padilla, temporero desde hace quince años y pequeño productor con un terreno y una viña de menos de una hectárea.
Padilla espera que con esta nueva modalidad se pueda mantener la actividad vitivinícola que marcó un hito en los años 50 del siglo pasado, pero que fue decreciendo por el cambio en la demanda de los consumidores -del vino se pasó a la cerveza-, los factores climáticos como la fuerte radiación que "quema el fruto" y la sequía causante del bajo rinde y del "abandono" de las parras.
Manuel y Marcela no son los únicos. También hay otros trabajadores que persisten en el rubro, como Juan Betanzo de El Arenal, con más de quince años "buenos y malos" como dice, aunque "poniéndole" el hombro junto a su mujer oriunda de Santa Clara (Bulnes) y su bebé de un año y medio.
"No queda otra que trabajar no más", dice en los momentos que carga su cajón en el predio del viñatero Eduardo Carrasco, emplazado al sur poniente de Quillón.
A metros de distancia, está el más antiguo de todos, con tres décadas dedicadas a este centenario rubro.
"De repente bien, de repente mal. Ahora hay más viñas, pero los viejos de antes tomaban más", sostiene Eduardo Robles, quien lamenta no haber aprendido a hacer vino, porque "sus papás no tenían nada".
Renacimiento viñatero
Para el jefe técnico del SAT viñatero y gerente técnico de Coovecen, Carlos Valenzuela, se espera avanzar en este trabajo que involucra a 150 hectáreas de las cepas Moscatel (50%), Corinto, País, Cinsault, Cabernet y Chardonnay, repartidas en 48 productores de Canchilla, Casino, Huacamalá, El Arenal, El Culbén, Sifón, San Juan de Dios, Liucura Alto y Bajo, entre otros.
El ingeniero agrónomo destaca que en estos sectores se alcanza una producción cercana promedio de 3 millones de kilo de uva entre los viñateros SAT.
"Este año viene una disminución ya catastrada de entre un 26 y 30% en comparación al año pasado", precisa.
Valenzuela explica que las causas de los bajos "rindes" son la presencia de oídio primaveral (hongo), la sequía y desgaste de la parra.
El asesor técnico resalta que más que el tema productivo, el factor clave es la gestión comercial.
"El centro de acopio nació de los productores para tener más alternativas comerciales, vender a buen precios y pagar también a los socios productores. Hoy tenemos 57 socios y queremos llegar 60", dice.
Recalca que esta vez se venderá sin intermediarios y la diferencia de precios que se producía por la gestión que ellos hacían se traspasaría una parte de los productores y otra destinará a inversiones de la cooperativa.
Poderes compradores
El asesor técnico Carlos Valenzuela indica que una de las novedades para este año es transparentar el negocio. "Las romanas deben estar certificadas al comienzo de la vendimia, el precio debe estar puesto en una pizarra en la entrada del centro de acopio y si hay un cambio de precios se avisa con 48 horas de anticipación, ya sea suba o baje el valor", dice. También se dispone de una oficina, un foso de carga, romanas para camión y un radier para "bines". Para la etapa de comercialización, el gerente técnico del centro de Coovicen de Quillón actualmente tiene dos contratos con RR Wine y la Viña Concha y Toro.
$80 se paga el kilo de uva Corinto, mientras que las otras cepas predominantes de la zona (Moscatel de Alejandría, País y Cinsault, entre otras), se está a la espera de su valor comercial.
2,5 millones de kilos de uva espera recolectar el Centro de Acopio de la Cooperativa y Vitivinícola de Cerro Negro (Coovicen), en Quillón, el más avanzado en este proceso hasta el momento.
4 centros de acopio operarán a en la presente vendimia: en Quillón, San Nicolás, Portezuelo y Coelemu, lo que permitirá comercializar en forma directa con los poderes compradores y sin intermediarios.