Todos pedimos participación cuando queremos conseguir algo individual, circunstancial. Lo acabamos de ver con esto de las elecciones primarias. Debates, clamores y arengas memorables en torno a la necesidad de participación, al derecho del pueblo a elegir a sus representantes. Y cuando las compuertas se abrieron y se dijo que si a las primarias, se acabó el tema.
Pregunto a líderes políticos sobre lo que se entiende por participación y se me habla de manifestaciones callejeras, reivindicaciones permanentes y exigencias económicas. Pregunto sobre votaciones libres, democráticas, voluntarias. Y escucho voces que piden el retorno a la obligatoriedad, con el argumento de obtener resultados demostrativos de una realidad social objetiva. Otros dicen que la votación voluntaria lleva a la gente a quedarse en casa, justificándose en que todo está mal. Y luego, cuando un bajo porcentaje ejerce su derecho, critican a las instituciones. No hay autocrítica. Entonces, no es el sistema el que falla, sino su propio proceder.
La participación no sólo es salir a reclamar derechos, instancias diversas o mejores condiciones de vida. La participación consiste en construir entre todos un país estable, grande, igualitario y tolerante. Es aportar con ideas, con acciones y voluntades al conjunto de la sociedad. Es demostrar que somos una suma perfecta en que uno más uno será dos, y que cada uno tiene su valor y su palabra es tomada en cuenta
Participar es prepararse para ser mejores, para entregar conocimientos y experiencias a los demás. Es aprovechar las compuertas que se nos abran para establecer los marcos de convivencia más adecuados, aportando nuestras inquietudes y respondiendo a las que nos planteen los demás.
Tenemos muchas vías para hacer realidad tales aportes. En este momento, un proceso constituyente que debiera movilizarnos a todos, sin excepciones, con el fin de dotarnos de la mejor Carta Fundamental, contempladas todas las aristas de la convivencia reglamentada.
Tenemos las elecciones primarias voluntarias y vinculantes. Y después, las elecciones municipales, preparatorias de las generales del año siguiente. Y así, la dinámica social siempre activa, escuchándose la voz mayoritaria de un pueblo que demuestra que actúa por convicción, por cultura, por conocimiento. Sin obligatoriedades, sin temor a sanciones. Y sin excusas que nos alejan de nuestra obligación social.
Miguel Angel San Martín Periodista.