Los acontecimientos ocurridos en Valparaíso durante la cuenta pública de la Presidenta Michelle Bachelet ante el Congreso han generado un repudio generalizado desde la ciudadanía, hasta el propio gobierno y representantes del poder político. La muerte de un guardia municipal, Eduardo Lara (71), no fue resultado del uso del legítimo derecho de las personas a manifestar su descontento, su deceso se produjo con motivo de un atentado vandálico que no midió nunca el alcance de sus actos.
Lo anterior lleva inmediatamente a plantearse cuál es el límite de la libertad de expresión, en tiempos en que el descontento se manifiesta con fuerza desde las redes sociales hasta los movimientos sociales en las calles.
Es necesario, primero, recordar que no siempre los chilenos gozamos de la misma posibilidad de manifestar públicamente posiciones contrarias al sistema con la misma libertad. Ésta fue fruto del convencimiento y sacrificio de muchos compatriotas que arriesgaron hasta sus vidas porque cada connacional pudiera ejercer este derecho que sólo subsiste en un contexto democrático y republicano.
La libertad de expresión, en términos concretos, consiste en el derecho de cada persona, sin necesidad de ser ciudadano del territorio, a expresar una idea u opinión ante personas o autoridades sin temer a represalias, siempre que se plantee con argumentos, con respeto y sin la violencia como medio o la alteración del orden público.
Por el contrario, cuando se utiliza la agresión como mecanismo de persuasión, el vandalismo, el terrorismo, o la destrucción de bienes públicos o privados, ello traspasa el límite de la libertad de expresarse libremente, al vulnerar los derechos de otras personas a la seguridad, y se convierte en definitiva en una expresión delictual que solo busca el caos y el temor entre sus congéneres.
Ningún ciudadano puede estar de acuerdo con este tipo de manifestaciones, sobre todo con las nefastas consecuencias por todos lamentadas, y es por ello que la justicia no puede tardar en sancionar ejemplarizadoramente estos hechos, que en definitiva perjudican la posibilidad de que la sociedad pueda expresarse libremente a futuro, por temor a repetir estas perturbadoras imágenes que hoy enlutan el alma nacional.