Pasar toda o gran parte de la vida en situación de postrado no es fácil para el paciente ni sus familiares, sus principales cuidadores. Por lo mismo, hacer más llevadera dicha situación es fundamental a la hora de tratar con personas que viven en esa condición.
Esto llevó a la municipalidad de Quillón a dar un gran paso en materia de Salud, al conseguir a través de un convenio de colaboración con el Hospital Las Higueras de Talcahuano, 25 catres clínicos que fueron entregados a pacientes en situación de vulnerabilidad.
"En Quillón tenemos un servicio de manejo de postrados muy importante y muy eficiente, por lo mismo, estamos muy contentos de poder entregar estos catres clínicos. El postrado vive en la cama y necesita de una buena atención y poder tener mayor movilidad. El catre está diseñado para que la persona que cuida a un postrado pueda manejarlo con facilidad y brindar una mejor calidad de vida. Nos emociona ver la alegría con que la gente está recibiendo este beneficio que es un gran esfuerzo de nuestros profesionales", aseguró el alcalde Alberto Gyhra.
Un cambio radical
El Valle del Sol alberga a 102 pacientes postrados, quienes se encuentran en esa situación ya sea por una enfermedad, un accidente o que hayan nacido privados de la movilidad.
Uno de ellos es Jaime Anabalón, cuya postración fue producto de un imprevisto. "Hace 20 años que estoy así, porque me caí de un árbol y me quebré la columna en tres partes. Ahora tengo que estar solamente acostado por unas heridas que se me hicieron durante el proceso", contó.
Este hombre de 47 años vive con su esposa Juana Quiñones y su hijo Juan Carlos. Su imposibilidad de desplazamiento hace complejo que pueda asistir a algún centro asistencial y por lo mismo recibe atención a su propia casa por parte de un grupo de profesionales del Cesfam Quillón.
Sin embargo, su principal cuidadora es su mujer. "De primera todo fue difícil, pero con el tiempo uno se va acostumbrando. Con la ayuda de Dios y de nuestro núcleo familiar hemos seguido adelante luchando. Lo más complicado era hacerle aseo o curaciones, porque la cama no se podía mover como el catre, esto nos tiene muy felices y es una bendición", comentó Juana.
El caso de Ramón Soto es más complejo. Tiene 94 años y los últimos ocho los ha pasado totalmente inerte. Los músculos de sus piernas no tienen la fuerza para moverse y sus manos se encuentran atrofiadas. María, su hija y Julián Urrutia, esposo de ella; se han encargado de cuidarlo y brindarle sus atenciones básicas.
"Mi suegro se quebró la cadera, pero nunca supimos cómo. Lo tenemos con nosotros hace cuatro años y ha sido duro, porque no teníamos los recursos para comprar un catre, entonces no estaba cómodo. Pero ahora es más fácil moverlo, cambiarle sus paños, arreglarle la cama. Estamos agradecidos, porque se acordaron de nosotros", indicó Julián.
Sin duda, la calidad de vida, tanto de las personas postradas como de sus cuidadores, va a mejorar mucho con el uso de los catres clínicos. Esto, sumado al apoyo de médicos, kinesiólogos, enfermeras y técnicos paramédicos, entre otros; significará un gran avance en el tratamiento de pacientes sin o con reducida movilidad, quienes ya no se sentirán postergados por el sistema sanitario.