Lo denunció "Crónica Chillán", hace pocos días: "Plan contra la contaminación está al debe en la intercomuna". Anunciado hace cinco meses, no se ha traducido en avances reales. El tema no es menor: 55 millones de personas mueren anualmente en el mundo, 38 millones a causa de enfermedades no transmisibles. Tres millones por contaminación del aire, el agua o acústica, según la OCDE.
En Chile, fallecen anualmente cuatro mil personas, víctimas de enfermedades broncopulmonares derivadas de la contaminación, principalmente de material particulado fino y ozono. Pero eso no es todo: la polución provoca 129 mil consultas médicas anuales, perjuicios por US$ 679 millones en productividad, 871 mil días laborales perdidos por ausencia y 3 millones 730 mil por actividad restringida.
Chile está en el lugar 37 en calidad del aire, entre 178 países, de acuerdo a un ranking elaborado por la Universidad de Yale, USA.
Las cifras son más que alarmantes y justifican con creces el Plan de Descontaminación Ambiental anunciado el 28 de marzo de este año por la Presidenta de la República. La intención puede ser muy buena. Pero se justifica, una vez más, la sentencia: "Del dicho al hecho…"
Es cierto que, entre el 15 de septiembre y el 16 de octubre, es decir en primavera, se otorgarán subsidios para financiar el recambio de 228 calefactores, en Chillán y Chillán Viejo. Se anuncia que el próximo año el número aumentará y fluctuará podría llegar hasta dos mil beneficiarios. Importante: serán subsidios. Cada favorecido deberá aportar entre $ 50 mil y $ 120 mil, según el modelo de calefactor que elija.
Los números impresionan. El problema radica en que la intercomuna existen 20 mil calefactores, la mayoría a leña.
Nadie pide que el drama de la polución de supere en una semana o en un mes. Pero, al ritmo que marcan las cifras, se tardará diez años en reemplazarlos todos. Parece un criterio simplista, porque los sectores de mayores ingresos no necesitan subsidios. Sin embargo, ¿por qué no otorgar el beneficio a todos si la contaminación es democrática y afecta a toda la ciudadanía por igual?
Ni Chillán ni ninguna ciudad de Chile pueden convertir las palabras contaminación, preemergencia, emergencia y restricción en parte de la rutina diaria. Es la vida de las personas la que está en juego. Y eso que escribimos sólo sobre la contaminación del aire, sin mencionar la acústica, la visual y la tecnológica y de las aguas y los ríos.
El país no puede vivir de anuncios ni de diagnósticos sobre la mala calidad del aire. Cada ser humano consume un promedio de 8.600 litros de aire diarios. Todos: gobierno y gobernados, debemos contribuir a que sea puro.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.