A pesar de toda la ideología imperante en la cual se tratan de asimilar los roles de hombres y mujeres en la familia, suele suceder que en la mayoría de los hogares los hijos tienen una relación especial o incluso "algo preferencial" con su madre. A ella la asociamos muchas veces a la escucha comprensiva o por lo menos más misericordiosa. Si algo nos pasa, si estamos enfermos, adoloridos tanto física como espiritualmente, llamamos a nuestra madre.
En muchos hogares cuando los hijos llegan a casa, lo primero que preguntan al entrar es "¿dónde está mi mamá?", pareciera que la seguridad de los niños está asociada a la sensación de cercanía y pertenencia. También cuando nos sentimos mal podemos verbalizarlo muy bien hasta que la vemos frente nuestro y ahí pareciera que necesitamos llorar para expresarle nuestro sufrimiento.
Hoy domingo, miraremos como pueblo a nuestra Madre, a la Reina de Chile. A ella le contaremos nuestras dificultades y preocupaciones. Le diremos el dolor que nos causa ver cómo no podemos hoy en día, a pesar de tantos recursos económicos y tecnológicos, superar tantas diferencias e injusticias. Le contaremos acerca de esa soledad que viven tantos adultos mayores y niños de nuestra patria. Podemos incluso señalarle que las instituciones que debieran velar por su bien y cuidado los han dejado solos, que se han convertido en un número que quieren presentar como estadísticas mejores o peores.
Hoy también soltaremos una lágrima cuando le pidamos por esas madres que viven difíciles momentos y sienten que no pueden asumir a las creaturas que llevan en su vientre. Lloraremos también de vergüenza por ser parte de una sociedad que no quiere comprometerse a ayudarlas de manera real y que a cambio ha preferido darles una opción más rápida y menos comprometida con los más débiles, prefiere asegurarles una prestación para que maten a sus hijos, más que darles recursos y herramientas en el tiempo.
Hoy es el día de la Oración por Chile, hoy celebramos a la Virgen del Carmen y quiero exclamar así como me lo enseñara un gran Padre: "Madre, con tu Hijo Divino desciende a los caminos de nuestra patria para que, siguiendo vuestras huellas, encuentre la paz verdadera y estable. Patria, sólo tendrás salvación si, en amor, te unes a María y a su Hijo, Amén".
Paulina Benavente Vargas Psicóloga. Obispado de Chillán.