He visto la luna grande. Y no la recordaba. Dicen que en mi niñez había estado también muy cerquita, pero no la recuerdo en tamaña desnudez. Ahora la vi como un gran queso, como un galletón brillante. Y me he detenido a pensar, ¿por qué compararla con prosaicos alimentos y no con el romanticismo que conmueve a los poetas?... La luna está ahí desde siempre. Desde que la tierra es tierra y desde la gran explosión del Universo, que dio paso a la construcción de la historia. Y desde entonces, la luna ha dado vida a la vida y movimiento a las olas. Ha inspirado en la evolución de los humanos y en la imaginación de los creadores.
Ha iluminado los caminos nocturnos en los encuentros furtivos del amor y ha reflejado la emoción del momento sublime en la continuidad vital. Y se ha transformado en símbolo de la complicidad y del reposo.
La luna ha sido capaz de inspirar inventos y poemas memorables. Ha movido al hombre en la constante búsqueda para satisfacer curiosidades. Motivó gastos enormes, sacrificios gigantescos, incluso pérdidas que han sido ocultadas…y todo por el afán humano por pisar su superficie.
Hoy la luna se ha presentado en su magnífica desnudez muy cerca de nuestros ojos y de nuestras inquietudes. Y la hemos vista blanca y bella aparecer furtivamente entre las nubes voluptuosas, brillando como nunca en el azul de siempre. Y, también como nunca, siendo admirada desde todos los rincones de la tierra. Ha sido la diva más fotografiada de los últimos tiempos y fuente de comentarios en todos los idiomas.
Su figura ha ilustrado publicaciones en los colores más diversos, en el juego cromático del talento y la admiración. Y en su nombre se han unido bellamente las palabras cotidianas que construyen el monumento a la deidad…como el Amón antiguo que adoraban los paganos junto a los oasis, esclarecidos por su luz de nocturnidad.
La luna nos volverá a visitar cercana, dentro de unos pocos días. Y luego se alejará de nuevo, a la distancia acostumbrada y con su tenue brillo inspirador. Entonces, nos quedaremos pensando en aquel galletón brillante, en aquel queso enorme, que está colgado en la inmensidad del universo, reflejando con suavidad femenina la luz del astro rey…para que no perdamos de vista el norte de la Humanidad. Para que observemos los momentos de oscuridad de la convivencia. Veamos lo que la trastoca y comprendamos que debemos convivir en paz, en un entorno que también nos reclama racionalidad y trato amigable.
Miguel Ángel San Martín Periodista.