A propósito de la Navidad, he recordado un hermoso cuento de Mamerto Menapache que tiene el mismo título de esta reflexión. En este cuento, el autor muestra la necesidad que tenemos de cambiar constantemente el enfoque desde donde solemos mirar el mundo y los acontecimientos de éste, a los demás e, incluso, a nosotros mismos. Creo, sinceramente, que uno de los frutos de esta fiesta es el cambio de perspectiva, el cambio de enfoque porque, si bien el mundo y los acontecimientos siguen su curso, nuestra manera de percibirlos y apreciarlos transforman estas realidades en verdaderos regalos, no sólo recibidos sino, y sobre todo, entregados.
Con los anteojos de Dios, con sus cristales de la humildad y la ternura del Niño Jesús de Belén, admiremos cómo Él se ha hecho uno de nosotros para fortalecer nuestra debilidad y consolar nuestras tristezas. Él viene a decirnos que hay esperanza, que todos somos valiosos, que siempre se puede perdonar y reiniciar el camino, que tenemos derecho de amar y de ser amados de manera entrañable, como Él lo hace. Dios viene a devolver nuestra dignidad y nuestra estatura. Él viene a hacerse hermano de todos, especialmente de los que más sufren.
Con los anteojos de Dios no sólo descubrimos que algo muy especial tiene este día de Navidad, que no es un "día paréntesis", pacífico y amoroso dentro del ajetreo del año, sino que es el día que le da gusto y color a la vida. Es el día en que descubrimos nuestra necesidad de vivir en paz y en armonía, de tener relaciones cordiales unos con otros, de desterrar las palabras hirientes y los gestos agresivos y, sobre todo, la necesidad de tener tiempo para mirarnos y para amarnos sinceramente.
Es Navidad y algo especial está pasando en nosotros y en el mundo. Es un día admirable, emocionalmente cálido y lleno de positividad. Es un día para amar la vida, para llenar el corazón de amor e irradiarlo en cualquier lugar y ante cualquier persona. Es un día para desempolvar nuestros nobles y atrayentes ideales y vivir según ellos. Hoy es una Navidad feliz porque, con los anteojos de Dios, somos invitados a reafirmar que la vida es hermosa y que estamos felices de vivir, compartir y servir al estilo de Jesucristo, como verdaderos hermanos y compañeros de camino. ¡Feliz Navidad para todos!
Por José Gustavo Segura Alarcón, Magíster en
Acompañamiento Psico-espiritual. Obispado de Chillán.