Hoy como nunca antes somos parte de una nueva calificación que bien podría definir nuestra sociedad. Somos 'testigos', testigos elocuentes, destacados y latentes, frente a un sinfín de contenidos que nos muestran los medios de comunicación. Somos testigos, como en 'a ventana indiscreta' de Hitchcock que expone la vida de otros frente a mi lente o mis ojos.
Basta ver cinco minutos de un noticiero. Haga la prueba. Nuestra sociedad se ha vuelta insensible frente a hechos de violencia injustificada, pero que a pesar de su frecuencia aún existen informaciones que logran sorprendernos superando el umbral de lo macabro. En este rótulo podríamos instalar la violenta agresión a un perro llamado 'Cholito'.
Irrelevante se vuelve cuestionar este hecho puntual. Es uno más de muchos, al igual que la respuesta de la 'sociedad', que busca hacer justicia por el 'ojo por ojo', o sea combatir la violencia con más violencia. Detengámonos un momento, respiremos profundo, analicemos nuestro entorno y veamos porqué este tipo de actos se repiten cada vez con mayor frecuencia.
Hace más de una década la Organización Mundial de la Salud dio la alerta al considerar la violencia como un problema de salud pública y por ello emite boletines periódicamente sobre este tema, tanto para casos de homicidios, suicidios, pueblos originarios, terrorismo y tantos otros casos.
Lo primero a tener claro es que la violencia es un espiral que es muy difícil de reducir al corto plazo. Algunos apuntan, para casos extremos, a medidas como la pena de muerte para dar solución a un fenómeno que ha estado presente en la historia de la humanidad y que va en aumento en el tiempo, o sea quieren combatir la violencia con violencia, algo que se repite con frecuencia. Por lo mismo, la evolución humana ha generado instancia, como los sistemas judiciales, para intentar generar un control social sobre el comportamiento de las personas.
En el tiempo se han buscado métodos de combatir las conductas agresivas, siendo la educación valórica uno de los elementos más efectivos para nuestra naturaleza de animal socializado. Lamentablemente estamos en época de crisis de los valores donde se les ha quitado importancia. Hay factores psicológicos, fisiológicos y sociales que nos han llevado a esta realidad, transformándonos en individuos carentes de sentido de comunidad.
Ricardo Bascuñán Cisternas Psicólogo y académico de la Universidad Central