Los "nuevos tiempos" que vivimos, en lo político, lo económico y en todas las actividades humanas, han determinado que se instalen en el uso público términos que se convirtieron en símbolos de inutilidad. Uno de ellos corresponde a las "mesas de trabajo", cuya constitución se anuncia en cuanto se produce un problema. Los ejemplos más recientes fueron la fuga de un reo peligroso desde el Centro de Justicia y el conflicto de los trabajadores de la minera Escondida. Antes, se integraron mesas para resolver qué aviones debían autorizarse para combatir los incendios forestales. En fin, los ejemplos son infinitos.
Lo que la gente desea, en todos los casos, es menos mesas y más trabajo. Se precisan más decisiones que teorías y estudios. También demanda más proactividad y no reactividad.
Otro ejemplo en el mismo sentido son los "sumarios", muchas veces por graves faltas a la probidad, la conducta, la ética, los principios y valores, atención de público y buen servicio. Se anuncian pomposamente y jamás se conoce su resultado. Cuando esto ocurre, generalmente se trata una amonestación. Es decir, una sanción leve, equivalente a: "No lo haga nunca más, m´hijito", que se le dice a los niños. El o los que incumplieron quedan con una sensación de impunidad.
El mismo tema se da en la aplicación de justicia. Está de moda sentenciar a cinco años de prisión. Claro, con esto se da un golpe de efecto. Pero se silencia que esto equivale a libertad, y no prisión efectiva. Siempre se destaca que "las instituciones funcionan". Si es así, ¿cómo es posible que hayan acumulado casi nueve millones de infracciones de tránsito jamás canceladas en los tribunales y que los responsables de ellas renovaran sin problemas sus permisos de circulación durante los últimos diez años? ¿Funcionan o no?
Suma y sigue. Ocurre un hecho grave en el país: delito, trastorno del orden público, destrozos de la propiedad particular y privada, ataques contra transportistas. Hasta homicidios y lesiones graves. La respuesta, que pareciera estar grabada en la memoria del notebook, es presentar una querella "contra quienes resulten responsables". Gasto de tiempo y saludo a la bandera. Y lo más singular es que nunca más se sabe del resultado de estas acciones legales, de gran impacto mediático y nulo resultado en cuanto a la lucha contra la delincuencia.
Lo que Chile necesita hace mucho rato es la aplicación un viejo eslogan político: "Hechos, y no palabras". No podemos estar emocionándonos ni sonriendo por todo. Tampoco podemos estar "emborrachando la perdiz", expresión muy habitual, que implica distraer a la ciudadanía de sus verdaderas preocupaciones.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.