A paso firme hacia una real inclusión
La noticia de que la Gobernación de Ñuble contará con un ascensor, representa un avance consistente en esta materia.
Fue una lucha larga y extenuante. Un anhelo de años para todos aquellos cuyas condiciones corporales, ya sea por sufrir algún tipo de discapacidad o propia de los efectos del paso de los años, hacía compleja la tarea de enfrentarse a una escalera. Por eso mismo es que la noticia de que el edificio consistorial de la Gobernación Provincial de Ñuble contará con el esperado ascensor, gracias a los fondos aprobados por el Consejo Regional del Biobío, se recibe como un éxito. Una victoria no sólo política, sino también en favor de la inclusión.
Enfrentémoslo. ¡Qué difícil es para una persona con capacidades distintas o un adulto mayor con problemas de movilidad lidiar con una ciudad que no está hecha para ellos! Largas escalinatas, rampas mal diseñadas y calles en mal estado pueden representar un circuito temible para quien sufra estos inconvenientes. Y es que el diseño arquitectónico de espacios debe ser bien pensado para integrar y no segregar, ya que aquello puede traer consigo impactos económicos y sociales que quizás no se hagan visibles en un principio, pero estarán ahí y se se materializarán en algún momento.
Si se lleva esta realidad a números, las cifras estiman que sólo en América Latina y el Caribe existe un 12% de la población al menos, que sufre algún tipo de discapacidad. Por lógica, ese número puede crecer conforme se eleva la tasa demográfica, la ocurrencia de accidentes y la gente envejece. Esa realidad debiera preocuparnos.
El filósofo francés Henri Lefevbre destacó alguna vez la posibilidad de que quienes diseñen las ciudades sean precisamente quienes las habitan. Esta idea es lo que llevó a acuñar con los años el concepto de "diseño universal" de las ciudades, generando espacios y productos para satisfacer las necesidades del mayor número de personas posible.
Han pasado los años y aunque los cambios de mentalidad en temas de inclusión se produjeron hacia la década del 60 en Estados Unidos y Europa, en Chile costó demasiado recoger el guante. Estamos en deuda con la inclusión y eso hay que enmendarlo con acciones concretas.