Corría la década de los años sesentas y Ángel Parra, junto a su hermana Isabel y su madre, Violeta Parra, recorrían los locales nocturnos de París, Francia, dejando bien en alto el nombre de Chillán en Europa. Bajo el nombre de "Los Parra de Chile", registraron ese momento en un disco que se tituló "Los Parra de Chillán", de 1963.
Así, ya desde su juventud, Ángel Cereceda Parra se convertía en un embajador de la cultura de Ñuble, de las mismas tierras que vieron nacer a Violeta y a Nicanor Parra, y sin saberlo, escribían una página memorable en la historia de la internacionalización y valoración del folclor chileno en el mundo.
Este es sólo una parte del legado que Ángel Parra le deja a Chillán y a la provincia, al conocerse su deceso acaecido este sábado precisamente en París, 73 años después de haber dado sus primeros pasos en la ciudad de Valparaíso.
En varias ocasiones, Ángel fue invitado estelar a Chillán, donde inclusive aún guardaba importantes vínculos consanguíneos con la familia Lillo Cornejo y Lillo Sandoval, donde también inclusive sembró la semilla de la música folclórica. Sus visitas más recientes se produjeron en 2011, cuando ofreció un recital en el antiguo Teatro Municipal. En 2012, en tanto, nada menos que en pleno Paseo Arauco de la ciudad ofreció un recital público en el cual recordó que tanto su madre, su abuela, sus tíos Roberto, Hilda y "Lalo" vivieron en Chillán. "Me ofrecieron entonces la nacionalidad chillaneja, la que acepté de inmediato", decía entonces entre los aplausos de un público que lo hizo sentir sin duda como en su propia casa.
Su última aparición pública en la capital de Ñuble sucedió el 27 de octubre del año recién pasado, en pleno mes de conmemoración del natalicio de Violeta Parra. En dicha ocasión, Ángel Parra se presentó junto a su hijo del mismo nombre artístico en un remozado Teatro Municipal ofreciendo el que sería un último recital, con lo mejor de su repertorio personal y de la obra selecta de su madre, y su despedida definitiva de tierras ñublensinas.
A Ángel Parra se le recordará de muchas maneras, como uno de los íconos más representativos de la Nueva Canción Chilena, como uno de los defensores y custodio más celoso de la obra de la gran Violeta Parra, como un músico innovador que inspiró a varias generaciones de autores nacionales, pero quizás la más representativa para esta ciudad, como un artista que se convirtió en chillanejo por adopción y que quizás sin quererlo fue el embajador cultural más prolífico que haya tenido esta tierra de creadores.