Hace un par de días, se celebró el Día de la Libertad de Expresión. Y, como en muchas otras festividades que nos hemos inventado en el calendario, me pareció que un día para celebrarla, es muy poco para una sociedad que necesita el intercambio de opiniones, la libre circulación de las ideas y el uso debido de la palabra.
La libertad de expresión viene a significar que cada uno puede decir lo quiere, cuando quiere y donde quiere…pero, con responsabilidad. Que cada uno habla porque tiene algo que decir y que lo considera importante. Que la palabra tiene sentido y que, unida a otras palabras, compone una idea que permite diferenciar los niveles de inteligencia entre los seres humanos.
Sí. Porque hay algunos que hablan y hablan, pero sin contenido. Vacíos, repletos de sombras que revisten con falsos brillos. Charlatanes de la oratoria. Expertos en el engaño.
Hay otros que hablan poco, pero son contundentes, oportunos, cortos en palabras y largos en contenido. Sin embargo, eso me suena a mezquino, porque se puede hablar más, reiterando la idea pero de formas distintas, con el fin de que se entienda mejor.
La libertad de expresión viene a proteger a quien desea expresar algún concepto, algún comentario, alguna crítica -dentro de las buenas formas y costumbres, lógicamente-, sin temor a ser reprendido o sancionado por ello.
Hay quienes usan este derecho con tranquilidad, sin temores por su ecuanimidad. Hay otros que lo mal usan para desprestigiar, para lanzar rumores, para manipular con medias verdades. O que venden su oratoria al mejor postor, sin ética. O sea, la palabra tiene un sentido amplio que permite la comunicación inteligente, la expresión de ideas, la construcción de sociedades fuertes y cultas. La palabra es la forma en que nos entendemos, en que encontramos los acuerdos, en que solucionamos problemas. Es el camino para expresar sentimientos, para impulsar iniciativas, para educar al que no sabe, para orientar al ignorante.
En definitiva, la palabra es un arma poderosísima que debe ser usada permanentemente en sentido positivo para avanzar, para destruir la maldad, para recomponer equidades. Y la libertad de expresión es el canal regulado para que las palabras circulen en los diversos sentidos que componen la vida, para que las ideas fluyan, para que la Humanidad se desarrolle y avance por el camino del progreso, de la igualdad y de la paz.
Cuando el sonido de las palabras se silencia y se escucha el sonido de las balas solamente, es señal que la inteligencia ha sido derrotada.
Miguel Ángel San Martín Periodista.