No es ningún misterio que los chilenos perdimos hace tiempo el sentido del humor y, en consecuencia, la capacidad de reírnos. O quizás nunca los hayamos tenido, pese a la leyenda de "buenos para la talla", "simpáticos", etcétera. Lo cierto es que, en los últimos decenios, la sonrisa y la mirada positiva y grata desaparecieron o están en vías de extinción en las principales ciudades. Y lo más preocupante: el fenómeno se está extendiendo a las regiones.
El hecho quedó ratificado a raíz del último festival de Viña del Mar, donde lo que más rieron y disfrutaron fueron dos cubanos de "Gente de Zona". A tal extremo, que los mostraron reiteradamente en pantalla y hasta los entrevistaron reiteradamente para preguntarles sobre el motivo de su exuberante alegría. Con diplomacia, atribuyeron el hecho a que, en su país, disfrutan de sol la mayor parte del año. Esto les hace generar mayor cantidad de endorfinas, las hormonas del bienestar. Una distinguida neuróloga habanera confirmó el hecho. Es más, lo atribuyó a la serotonina y lo vinculó con la dieta. En los países centroamericanos se consume mucha legumbre, en particular poroto negro, lo que genera dopamina, lo que también contribuiría a su mirar positivo.
Pasemos a lo nuestro, a Chile, donde lo habitual es ver hoy en todas las ciudades a gente estresada, incomunicada, sin deseo alguno de compartir. Los rostros adultos, muchas veces llenos de amargura, tristeza y agresividad, predominan en nuestras calles y en nuestra vida laboral, familiar y social. Incluso, los que ríen mucho tienen imagen de tontos.
¿Qué sucede? Desde siempre, no hemos tenido el llamado humor afiliativo, es decir, la capacidad de reír o sonreír para asociarnos. Y menos, el humor agresivo o de autoafirmación, la capacidad de reírnos de nosotros mismos en forma positiva. Tampoco practicamos el humor de descalificación, que es lo mismo, pero reírse de sí mismo en forma negativa ¿Por qué esto se acentuó en los últimos años? Por un estilo de vida exigente, brutalmente inclinado a lo material. Por un estilo de trabajo estresante, brutalmente exigente, que pide más y más horas y más y más producción. Porque nos convertimos en adoradores del dinero. El desarrollo económico dañó nuestro ser, lastimó gravemente nuestra idiosincrasia e hizo que nos transformáramos en un pueblo que no sólo ríe poco, sino que desconoce los efectos positivos de la risa en la salud. Sabido es que mejora la función cardiovascular, así que previene infartos. Además, activa 400 músculos. A esto se suma que disminuye el dolor y fortalece el sistema endocrino y el sistema inmune. En resumen, nos da más y mejor vida.
¿Cómo recuperarnos? Se ve difícil llegar a esta meta. Pasa por la psicología positiva, una disciplina que enseña a ver el lado bueno de las cosas y el vaso medio lleno.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.