Esta tarde debía producirse la votación de la moción de censura contra el Gobierno español, la cuarta que se presenta en sus últimos cuarenta años de democracia post franquista. Moción que surge tras conocerse la condena por la Audiencia Nacional de 29 altos cargos del Partido Popular, incluyendo también una sanción económica al citado partido de la derecha hispana, actualmente en el poder, bajo la acusación de diversos delitos que redundaron en beneficios económicos personales y financiamiento irregular a la formación política.
Utilización del poder para cobrar comisiones, chantaje, blanqueo de capitales, evasión tributaria, prevaricación, etc, una serie de delitos que ofenden hoy al sistema democrático español y a los ciudadanos.
Independientemente del resultado de la votación que signifique la expulsión o no del Partido Popular del poder, es bueno reflexionar sobre este asunto, que es de la mayor preocupación para cualquier país democrático. El nuestro, por ejemplo, que también conoce de estos hechos.
Los seres humanos tenemos muchos defectos y debilidades. Una de ellas son las ansias de poder. Unas veces poder por el poder, simplemente, para alcanzar figuración, capacidad de mando inmerecido o una apariencia de éxito. También se anhela el poder para delinquir impunemente, enriquecerse con dinero fácil, obtenido sin escrúpulos. Es entonces cuando los sistemas de convivencia democrática se resienten. Cuando las estructuras políticas de funcionamiento se tambalean y los ciudadanos pagan las consecuencias. Por ello, creo que es el momento de analizar la situación que se vive en España, para prever, estar atentos y, por sobre todo, para exigir consecuencia moral y ética a nuestros dirigentes políticos. Los elegidos por los ciudadanos deben cumplir con lo que dicen y vigilar cualquier irregularidad que se produzca, enfrente suyo o a su lado.
Pienso que no vale judicializar la política, ni politizar la justicia. Es tratar de confundir la actuación de los poderes del Estado. Ni tampoco recurrir a cada rato a elecciones extraordinarias, porque significa transferir a los ciudadanos la solución a los temas de corrupción. Los ciudadanos tenemos la responsabilidad de pronunciarnos cada cierto tiempo en elecciones libres, informadas y secretas. Los candidatos deben demostrar permanentemente su transparencia y consecuencia. Los poderes del Estado deben funcionar autónomamente. Y cuando todo aquello funcione, entonces tendremos un sistema democrático sano y limpio.
Miguel Angel San Martín Periodista.