Para nadie es desconocida la historia de San Francisco de Asís, un joven convertido al catolicismo que ha marcado profundamente la historia de la Iglesia. Su historia nos dice que un día salió a dar un paseo y entró a rezar a la vieja iglesia de San Damián, y mientras oraba frente al crucifijo tuvo una visión de Cristo crucificado que le traspasó el corazón hasta las lágrimas. Y fue ahí donde oyó la voz del Señor que le decía: "Francisco, repara mi Iglesia". Sin entender por completo, el joven había sido llamado a transformar la iglesia de los creyentes desde dentro, amenazada, como siempre, por los peligros de la corrupción y del mal.
La visita del Papa Francisco ha sido para muchos una visita a nuestro particular San Damián, nuestra iglesia chilena, en donde este nuevo Francisco, sin comprender al inicio, ha oído la misma voz que ha resonado en su corazón: "Francisco, repara mi Iglesia".
La hermosa carta enviada por el Papa Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile ha sido como un nuevo "himno por la paz" que nos ha hecho reflexionar, especialmente cuando nos llama a ser una iglesia en donde la "cultura del cuidado" prevalezca por sobre la "cultura del abuso". Es así que, a medida que ha pasado el tiempo vamos conociendo las primeras medidas que ha determinado el Pontífice en su camino de perdón y reparación de las confianzas con nuestra Iglesia. La llegada del nuevo administrador apostólico de Osorno y la visita de Monseñor Scicluna son una clara señal de restauración que el mismo Santo Padre ha puesto en este corto plazo.
Siendo un "instrumente de paz", nuestro hermano Francisco, a través del diálogo y de la cercanía al pueblo de Dios, va "reparando" nuestra iglesia chilena. Es de esperar que estos cambios y los que vienen a mediano y largo plazo sigan siendo una muestra de cómo la Iglesia, que pone en el centro a Jesucristo, es una Iglesia que escucha, anuncia y sirve en la misión a la que el mismo Dios ha encomendado.
La visita del Papa Francisco aún continúa, él que nos acompaña a la distancia, nos ha mostrado con cercanía que su visita no fue en vano, como muchos piensan, y que es una clara presencia de Dios en nuestra Iglesia que pasa por momentos de dificultad. Su llamada al diálogo y a la escucha nos están ayudando a descubrir cómo "reparar" desde dentro nuestras confianzas en la verdad plena. ¡Paz y Bien!
Pbro. Héctor Aranda Mella. Licenciado en
Comunicación Social Institucional, Obispado de Chillán.