Se nos fue de improviso el amigo, que echaremos mucho de menos, ahora, que ya no tendremos la oportunidad de verlo por nuestras calles, cuando viajaba a Chillán y teníamos la grata oportunidad de conversar de sus preocupaciones y su mundo ubicado en Quinchamalí. Ramón era un personaje típico, era de aquellas personas con las que podíamos conversar sobre variadas materias, a pesar del acontecer suyo vivido en la tranquilidad de las comunidades chicas, las que siempre nos brindan momentos de gratos encuentros, como más de alguna vez nos sorprendió Ramón en su casa, bajo los frondosos árboles de su patio. En alguna ocasión se quejó de que se sentía muy solo en su predio, porque sus amigos no lo visitábamos con la frecuencia que él apreciaba mucho. En el pasado mes de mayo, la SECH de Chillán, filial Ñuble, en una reunión que celebramos en la sala "Claudio Arrau", desarrollamos un programa con dos poetisas de Santiago y él fue invitado para hacerlo objeto de un homenaje especial. Por supuesto, que todo salió como se acordó y con ello le ofrecimos un gran momento, que él emocionado agradeció.
Quiero recordar una experiencia que hace varios años, viví con Ramón. Yo trabajaba en el Colegio Concepción. Como profesor de castellano; el programa nos dio la siguiente posibilidad: que hubiera cursos especiales para que todos los alumnos de los cursos medios, que gustasen de las materias constituyesen un curso. Lo mismo con las demás especialidades. De ese modo, yo me encontré con un curso con alumnos que gustasen de las letras: los cuatro cursos de enseñanza media. Yo aproveché esta posibilidad de reformar grupos de dos y hasta tres alumnos, para salir a investigar vida y obra de escritores de la provincia. Formé los dúos y tríos y repartí los nombres. Se trataba de ir a sus casas a entrevistarlos. Elegí a Ramón Riquelme de Quinchamalí y a Luz Montecinos de San Fabián de Alico. Les entregué las primeras observaciones sobre cómo llegar hasta el domicilio de ellos y partieron.
Sus informes revelaron sus ocurrencias como investigadores. A quienes se desplazaron hacia Quinchamalí, empezaron a ubicar el domicilio. Como eso no era fácil, le preguntaron a un vecino, que con un saco al hombro, caminaba por su calle principal ¿Ramón Riquelme? Soy yo, les contesta. No le creyeron. Pero cambiaron de tono, cuando los invitó a su casa, que estaban casi al lado de ella. Pasaron a su interior y por supuesto a su biblioteca. Desde allí no hubo dudas y empezaron la conversación. El informe de estos jóvenes demostró varias cosas. En primer lugar, que no hay que calificar a las personas "por la pinta", sino por la calidad de la comunicación. En esta línea de entendimiento, ya empezaron a entender el por qué de sus reconocimientos como escritor, con premios municipales y regionales, como es el caso de Ramón y no sólo eso: sus cualidades, como ser humano, como interlocutor y como vecino calificado de ese sector de Ñuble. Fue una excelente experiencia para esos jóvenes, que hoy son profesionales de algún lugar de Chile.
Por Carlos René Ibacache I. Miembro Correspondiente
por Chillán de la Academia Chilena de la Lengua.