A los 218 años de vida de San Carlos
La situación en las comunas es igual de preocupante, con la salvedad de que allí no hay mediciones oficiales, ni recursos para ampliar la política preventiva del gobierno. Ya San Carlos no es el pueblo de antaño, se ha expandido, desbordado hacia los cuatros puntos cardinales.
Chillán celebró hace poco los 438 años de su fundación ad portas de ser la capital de la nueva región, San Carlos celebra sus 218 años de existencia seis días después a punto de convertirse en la capital de la provincia de Punilla. Ambas fechas están marcadas por la esperanza y, al mismo tiempo, nos vuelven a las fuentes de sus historias para hilvanar con puntadas seguras el paño del futuro.
Empecemos por decir que el 3 de julio de 1800, a diez años de la independencia de Chile, la segunda ciudad más grande de la región de Ñuble, fue fundada por Joaquín del Pino, quien le puso San Carlos en honor al rey español Carlos IV. El emplazamiento de la nueva villa se llevó a cabo en el lugar conocido como Itihue, tierras pantanosas en mapudungun, habitado por cientos de aborígenes cuya suerte no está clara, algunos señalan que fueron trasladados desde allí a Quinchamalí, si fue así o no, no lo sabemos, pero sí el nombre de su cacique, Juan Reimán, a quien la historia recoge, además, junto con su mujer, por ser el padrino del primer infante nacido en la nueva villa, gesto valiosísimo, digno de ser estudiado e interpretado en profundidad por especialistas.
Todos los años se mencionan personajes relacionados con la fundación de San Carlos, sin embargo, Juan Reimán, cacique de estas tierras pantanosas, queda fuera, postergado, cuando es parte esencial de la identidad de la ciudad consciente o inconscientemente. Su nombre debiera ser rescatado en ocasiones solemnes como es la celebración de un año más de vida de la ciudad, porque sin conocer la historia, no sabemos, en el fondo, lo que somos ni menos proyectar -o soñar- el futuro. La ciudad está en deuda con Juan Reimán; es hora de hacer algo en honor a su memoria.
Han pasado 218 años de historias por las calles trazadas en el primer mapa de la villa conformado por 120 solares distribuidos entre las primeras familias asentadas. Ya San Carlos no es el pueblo de antaño, se ha expandido, desbordado hacia los cuatros puntos cardinales. Hoy es una ciudad, cabecera de una comuna con más de 50.000 habitantes, llamada a cumplir un papel importantísimo en la nueva región de Ñuble. Su futuro descansa sobre su gente, sobre el potencial de su tierra y en la búsqueda de nuevas vías de desarrollo tanto en lo económico como en lo humano, sin que ello signifique la pérdida de uno de sus encantos: el lugar donde todavía no llega el estrés de las metrópolis.
Por Héctor Caro Quilodrán.