Adultez en positivo
Parlamentarios han coincidido que se debe realizar una labor transparente y de cara a los vecinos de San Fabián, lo cual se espera que también se realice en un tiempo acotado. Podemos y debemos mirar el futuro con otros ojos, con otra visión de lo que serán nuestros siguientes años.
"Estoy con ganas de morirme", me dijo con una mueca seria, el vejete que me vende los diarios en la esquina. "¿Cuántos años tienes?", le pregunté, como tratando de salir del asombro por la tremenda depresión o bajón anímico que me estaba mostrando. Cuando me respondió que tenía un año menos que yo, le respondí que podría aconsejarle, puesto que yo era mayor. Sonrió.
¿Cuál era la causa de tal estado anímico? El suplementero comenzó a contarme poco a poco sus penurias. El trabajo generaba poco dinero y los elementos básicos para una vida más o menos digna, subían aceleradamente. En casa tenía tres bocas que alimentar, porque dos de sus nietos vivían con ellos y, ya llegando a la veintena, se esmeraban sin éxito en conseguir un trabajo más o menos decente. Pero, además, las relaciones humanas se iban deteriorando más y más al pasar los años. Con su esposa hablaba poco y cuando lo hacía, los temas terminaban en discusión y malas caras.
Casos como el que les comento, hay por todas partes. La vida se hace dura y difícil cuando vamos envejeciendo. La paciencia se va agotando con mayor celeridad y los malos modos afloran, desilusionados. No es fácil, en consecuencia, comentar en positivo todo esto, más aún cuando estamos en el último día de agosto y los chillanejos instauramos un festejo que encierra drama: "pasar agosto". O sea, no morirnos ahora y esperar a seguir viviendo hasta el próximo agosto. Nos reímos de nosotros mismos y de la proximidad del final definitivo.
Cuando una persona llega a la edad de jubilarse, lo hace con la esperanza de que todo va a ser más tranquilo, más reposado, con mayor tiempo para la familia, el amor, los amigos. Sin embargo, no nos damos cuenta, no percibimos que la jubilación significa solamente cumplir una etapa de nuestra vida laboral y que tenemos capacidades para comenzar otra.
Los que hemos pasado muchos agostos sabemos que nuestra experiencia vale, sabemos de nuestra vigencia intelectual y del valor de nuestras habilidades. Entonces, podemos y debemos mirar el futuro con otros ojos, con otra visión de lo que serán nuestros siguientes años. Por lo tanto, dejemos el pesimismo y asumamos con positivismo nuestras nuevas iniciativas.
Los adultos de hoy tenemos un importante bagaje vital. Ejerzámoslo. Demostremos que no somos estorbo. Por el contrario, estamos en condiciones de empujar el carro del progreso con el mismo entusiasmo que tuvimos ayer. Es cuestión de creérselo, de respetarse y de quererse uno mismo.
Miguel Ángel San Martín Periodista.