Chile figura como una de las economías más abiertas del mundo, con tratados comerciales que han logrado insertar nuestros productos a nivel internacional y a la vez bajar los precios de productos importados como manufacturas y tecnología donde no tenemos ventajas competitivas. No obstante, dos acuerdos particularmente han afectado nuestra producción agrícola, Mercosur y Nafta , trayendo consigo una baja sustancial en producción y precios de nuestros cultivos tradicionales, como trigo, maíz, leguminosas, carne y leche, debilitando de manera evidente nuestro auto abastecimiento de estos productos, parte de la dieta básica de los chilenos.
La menor superficie y por ende menor producción nacional ha significado que las importaciones de grano hayan aumentado en más de un 38% en 10 años, para así poder satisfacer el consumo interno y hoy el 50% del trigo consumido en Chile es Argentino y el 80% de la lenteja es Canadiense, solo por dar un par de ejemplos. Chile debe tomar medidas para evitar que las siembras de trigo, maíz y cereales terminen desapareciendo y de paso coloquen en riesgo la seguridad alimentaria de nuestro país, al estar crecientemente dependiendo de importaciones.
A medida que la tierra y el agua se vuelven cada vez más escasas, a medida que la temperatura del planeta aumenta y la seguridad alimentaria mundial se deteriora, está apareciendo una peligrosa Geopolítica relacionada con la falta de alimentos. Las compras de tierras y de aguas y la compra directa de cereal a los agricultores en los países exportadores se han convertido en partes fundamentales de una lucha global de poder por la seguridad alimentaria. Con el descenso de las reservas de cereal y el aumento de la volatilidad climática, también crecen los peligros.
Tenemos que preguntarnos si el mundo es capaz de ver más allá de los síntomas del deterioro de la situación alimentaria y abordar las causas reales. Si no podemos obtener cosechas más abundantes con menos agua y conservando las tierras fértiles, muchas zonas agrícolas dejarán de ser viables. Y el problema no atañe sólo a los agricultores. Si no somos capaces de actuar con velocidad para estabilizar el clima, es posible que no consigamos detener la escalada de los precios alimentarios, en Chile estos en 10 años se han duplicado.
En la actualidad, también enfrentamos tendencias más nuevas, como el agotamiento de los acuíferos, el estancamiento de los rendimientos de los granos en los países más avanzados desde el punto de vista agrícola y el aumento de la temperatura. El mundo está ingresando a una era de escasez alimentaria crónica, que conduce a una intensa competencia por el control de la tierra y los recursos hídricos. En otras palabras, está comenzando una nueva geopolítica de los alimentos.
Frank Sauerbaum M. Diputado por Ñuble. Ingeniero Comercial-MBA