El episodio del caballo que la semana pasada, durante diez minutos, ingresó "de shopping" (de compras) al mall de Coronel debe analizarse con la mayor profundidad, sobre todo en un país que día a día está perdiendo el sentido del humor.
Lo primero que hay que comprobar es si se trató de un equino consumista o de una nueva demostración del consumismo "caballo" que desde hace años se instaló en Chile. También hay que reflexionar las interrogantes que plantea su presencia en el centro comercial. ¿El caballo quiso aprovechar alguna liquidación o descuento ocasional? ¿O sólo quería comprar una modesta coliza de pasto en un "black Friday", como se dice hoy?
Los antecedentes reunidos hasta ahora indican que el equino no portaba documento alguno de identidad, razón por la cual nadie ha querido reconocer su propiedad, a fin de evitar una multa…caballa, por supuesto. Por la misma razón, no contaba con ninguna tarjeta de crédito, ni bancaria ni comercial. A eso se suma que no tenía dinero en efectivo (también muy escaso entre los humanos) ni cheques. Tal vez esto último se haya debido a que ningún ejecutivo de banco quiso atenderlo y abrirle una cuenta corriente, por carecer de empleo e ingresos fijos.
Lo que sí es cierto es que el animal no compró nada. Sólo se dedicó a "vitrinear", bajo la mirada divertida de algunos y el susto de otros. Así se ahorró seleccionar productos, comparar precios en una máquina, hacer cola en una caja. Tampoco tuvo que pasar ninguna tarjeta de débito por dispositivo alguno, ni pagar por celular, ni pasar por ninguna de las complicaciones del comercio de hoy. Subsiste la duda sobre qué habría pasado si hubiera sido un caballo viejo, como el de la canción. ¿Habría podido pasar por una caja preferencial?
Suma y sigue. En su condición de animal-consumidor, no tuvo que llevar una bolsa reciclable ni comprar alguna de las que venden a casi $ 5 mil en algunos establecimientos.
Como su visita fue ocasional, no tuvo la ocasión de acreditar su calidad de "caballo frecuente", que seguramente le habría significado descuentos al momento de pagar.
Llamó la atención el respeto que mostraron los guardias ante su presencia. Respeto que no siempre se ve ante los clientes. Claro, el "animalito" pesaba solamente 400 kilos, con cuatro patas listas para repeler cualquier intento de retenerlo y llevarlo a una sala subterránea.
Por sobre todas las cosas, demostró ser un animal más inteligente que muchos seres humanos. No causó daño alguno, no empujó. No consultó precios, para no perder tiempo, ni compró nada inútil para adornar su establo o el potrero donde vive. ¡A ver si seguimos este ejemplo caballo y aprendemos a consumir para vivir, y no a vivir para consumir!
Raúl Rojas, Periodista y Académico.