Poner de moda palabrejas sonantes en nuestro lenguaje cotidiano, comienza a usarse bastante, popularizándose. Es el caso de "resiliencia". Busco en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y me señala inequívocamente: "La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento".
Según tal definición, los ñublensinos somos resilientes consumados, porque hemos sido capaces de sobreponernos a tantas desgracias que la naturaleza nos ha ocasionado. Terremotos cada siglo, con media población muerta y la ciudad destruida. Refundación a base de esfuerzo, lágrimas y esperanzas. Inundaciones que han provocado traumas sociales y traslado de la ciudad puntos menos riesgosos. Incendios enormes y, lo que es peor, una pobreza latente y porfiada, que todavía no hemos podido superar en toda su extensión.
Somos resilientes hoy mismo, cuando estamos luchando por salir de esa pobreza, para lo cual buscamos las fórmulas que la razón nos indica. Por eso que ya somos Región, decidiendo por nosotros mismos, con más recursos procedentes del Estado. ¡Vamos a ser capaces de generar un nuevo Ñuble!.
Y tenemos, además, la oportunidad y el desafío de avanzar en la lucha contra las desigualdades. Y me refiero a todas ellas: las sociales, las de género, las económicas, las de la educación, del trabajo y la vivienda…
Dicen los expertos que la resiliencia es una respuesta psicológica de la gente ante las adversidades. Es una respuesta común, masiva, espontánea. Y es positiva. Lo que antes fuera considerada una actitud patológica, la experiencia ha ido cambiando tal concepto, porque de ella se derivan soluciones nuevas, efectivas y de gran valor. Es la autoestima de todo un pueblo que surge con fuerza como respuesta a la adversidad.
Por todo aquello, reitero que somos un pueblo resiliente, capaz de levantarse ante las adversidades. Tenemos la virtud de reconocer los problemas, analizarlos y enfrentarlos, con la certeza del éxito. De ahí entonces que, mirando al futuro cercano, estamos seguros que terminaremos con los problemas de gente sin agua potable, de la cesantía que duele, de los campamentos infrahumanos, acabaremos con las inequidades, con los abusos de poder y con la corrupción que nos avergüenza.
Miguel Ángel San Martín Periodista.