En un enfoque de antropología social, el patrimonio intangible se aprecia como una representación colectiva que se le asigna en un espacio geográfico, que se va conformando en un mapa social de una comunidad o pueblo. La representación de una memoria social y de bienes culturales intangibles.
El espíritu y el texto de la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales de Unesco, 2005, se encaminó hacia la salvaguarda de la diversidad cultural de un mundo que se enfrentaba ya, hacia el camino de la globalización.
La Convención enfatizó ideas tales como: que la cultura adquiere formas diversas en el espacio y tiempo; que había que proteger la diversidad de expresiones culturales; que consideraba al patrimonio cultural inmaterial como aspecto fundamental en la identidad; que la diversidad cultural es uno de los motores de desarrollo de los pueblos y que se debía promover el respeto y el diálogo entre las culturas para fomentar la interculturalidad. Llevada ésta teoría a nuestro territorio de Ñuble tenemos por ejemplo patrimonios culturales intangibles como oficios propios de las zonas que componen la región, por ejemplo: el cochayuyero de Cobquecura, la locera de Quinchamalí o Santa Cruz de Cuca, la bordadora y el colchandero de Ninhue, el tallador en madera de Coihueco, el talabartero de Chillán, etc. Algunos oficios han ido desapareciendo en el tiempo como son, por ejemplo, el segador de trigo, el carbonero, el constructor de tejas, adobes y ladrillos, la modista, la lavandera, la bordadora de bolillo, entre otros.
Por otra parte, las fiestas religiosas y costumbres campesinas arraigadas en nuestros campos, transmitidas de generación en generación, aún presentes en algunos lugares como: la fiesta de la bendición del trigo, la Cruz de mayo, la fiesta de la Virgen de la Candelaria, de la Virgen del Rosario, la festividad de San Francisco, las novenas, las procesiones religiosas y tantas otras. También se encontraron arraigadas costumbres ancestrales de cómo velar y sepultar nuestros difuntos, en especial el velatorio de "angelitos", hecho que poco a poco se ha transformado en las ciudades, no así en nuestros campos, donde aún perduran costumbres como, velar a los seres queridos en la casa e ir caminando en procesión a los cementerios para su sepultación y usar luto durante un año. Otro capítulo, sobre el patrimonio inmaterial, es el conciernente a las comidas y bebidas, que en nuestro territorio es una mezcla de distintas culturas, como la cocina de nuestros pueblos originarios, mezclada con la cocina española y de los inmigrantes europeos y americanos de otras latitudes que se avecindaron por Chile. También lo es el folclore, tan cultivado aún en la región de Ñuble, con nobles cultores que trascienden nuestras fronteras, para orgullo de Chile.
Todo lo enumerado y mucho más, son aspectos de nuestra identidad, los cuales debemos conservar, rescatar en algunos casos y difundir para la memoria de nuestro Ñuble.
Alicia Romero Licenciada en historia