Al comenzar Semana Santa con la fiesta de Domingo de Ramos damos inicio a una semana especial, llena de reflexión, llena de signos, llena de simbolismos, llena de colores, que nos invitan a descubrir el paso de Dios en nuestras vidas. Es así como todos estos signos los podemos asociar a nuestra propia vida y a lo que con gentileza nos ofrece Dios cuando lo buscamos de corazón.
Así como Dios nos ofrece un camino lleno de colores como la aceituna, muchas veces debemos pasar del "verde" en el olivo, que representa la esperanza, al "negro" de la aceituna, que son nuestros propios dolores; hasta llegar al "amarillo" del aceite, que simboliza lo mejor que podemos dar de cada uno: felicidad, amor y alegría. Así también, las celebraciones de esta semana nos invitan a vivir el verdadero significado de lo que vamos a recordar y celebrar: caminamos con dolor junto a la cruz Jesús hasta llegar al gozo de la Resurrección.
Si en Domingo de Ramos nos llenamos de "verde esperanza", esto nos debe llevar a mirar el futuro con otros ojos, sobre todo en un mundo donde la humanidad, la sociedad, la Iglesia, pareciera siempre prevalecer la mentira o el mal por lo que vemos y experimentamos. Más aún, el mirar el mundo con otros ojos nos debe llenar de esperanza al descubrir que muchos de nosotros en las pequeñas cosas buscamos crear un mundo mejor. Aun así, a partir del jueves en la noche, como el "negro de la aceituna", experimentamos muchas veces de tristeza, sobre todo para acompañar con dolor el sufrimiento de una Madre y de muchos otros, lo que nos recuerda que el dolor es parte de la vida, y quienes lo vivimos no podemos dejarnos vencer por él. Finalmente, el "amarillo oro" del aceite que las mujeres llevan al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, nos invitará a celebrar con alegría la Resurrección y la Vida, que han triunfado por sobre lo que pareciera imposible.
Acompañemos el camino de Jesús en esta Semana Santa y llenémonos de color, para que así vivamos con esperanza y alegría el verdadero sentido de lo que se celebramos: que el sufrir y la muerte no son lo último, ya que Dios nos ofrece la Vida, que ha triunfado y siempre triunfará sobre el dolor y el pecado de la humanidad.
Pbro. Héctor Aranda Mella Licenciado en Comunicación Social, Obispado de Chillán