¿Estamos preparados para enfrentar los caprichos que la naturaleza deja caer sobre nuestro territorio? Hace sólo unos días, un tornado causó la muerte de una mujer en Talcahuano y graves destrozos. El día anterior pasó lo mismo Los Ángeles, Yungay, Concepción, amenazando -con la consiguiente alarma pública- a Cobquecura, Ninhue, San Nicolás, San Carlos, Chillán, etc. Muchos preguntaban, aterrorizados, sobre lo que había que hacer, dónde refugiarse, cómo evitar destrozos en sus hogares.
Las autoridades mostraron sorpresa en una primera instancia y una movilización urgente después para enfrentar la situación y acudir en ayuda de quienes resultaron damnificados. Fue una movilización rápida y efectiva, pero no dejó de ser improvisada.
¡Deberíamos estar preparados! Estos fenómenos ya los conocemos, los hemos sufrido a lo largo de nuestra Historia y deberíamos haber aprendido las lecciones que nos entrega la naturaleza cada cierto tiempo.
De las trombas, tornados y temporales tenemos las primeras noticias en el siglo XVII. En 1633 Carelmapu sufrió tal temporal que 80 casas fueron destruidas. En 1881 fue Valdivia la ciudad que sufrió los embates del fuerte viento que destruyó edificios emblemáticos y viviendas. Y el 27 de mayo de 1934, otro tornado azotó Concepción, dejando 27 muertos, dos desaparecidos y 600 heridos. Históricamente registrados, se calcula que en esta zona hemos sufrido al menos 16 de estos azotes naturales, 11 de los cuáles se han producido a partir del 2015.
Debemos aprender, de una vez por todas, que las normas de construcción deben contemplar medidas preventivas relacionadas con estos fenómenos. Fiscalizar e inspeccionar también las redes eléctricas y los bosques. Y no podemos estar enviando cartillas de recomendaciones para los vecinos, a través de las redes sociales, cuando estos temporales están arrasando lo que pillan a su paso.
Las autoridades deben contar con personal especializado en emergencias, porque deben darle la importancia que tiene a este tipo de fenómenos. Además, instruir permanentemente a los vecinos sobre normas de conducta para cuando aparezcan. Cada uno de nosotros debe saber de memoria lo que debemos hacer, dónde refugiarnos, adónde ir. Hemos avanzado mucho en la prevención ante los movimientos sísmicos, pero ahora debemos estar atentos a los tornados, los incendios forestales, las inundaciones, las erupciones volcánicas, el virus anta…y otros peligros que nos acechan. Prevenir no significa alarmar.
Miguel Ángel San Martín Periodista.