En Decía un sabio que para la tradición china la palabra crisis se compone de dos ideogramas que significan oportunidad y conflicto. En las últimas semanas nuestro país ha cambiado. Por circunstancias que nadie predijo, ha habido una explosión social, que hace un mes atrás era impensable y para la cual no había estrategias de mitigación previstas.
Los problemas que le han dado origen y que son síntomas del malestar estaban allí, pero nadie esperaba que explotaran con tal fuerza. Así al problema de las bajas pensiones, deficiente atención de salud pública, precariedad del empleo y/o remuneraciones insuficientes para necesidades imperativas y que el endeudamiento resuelve, pero que en el cortísimo plazo terminan asfixiando, se agregaban expectativas de consumo que el sistema económico no ha satisfecho, con el consiguiente sentimiento de frustración, sobre todo en los más jóvenes. Toda esta situación de latente tensión se ha alterado drásticamente. Y como siempre ocurre, la protesta que se inicia pacífica y civilizada termina siendo absorbida por la irracionalidad y los excesos, la violencia, en definitiva. Se ha expresado el conflicto.
¿Qué hacer? Nadie lo sabe con certeza. Pero por de pronto, se debe fortalecer la democracia y sus instituciones, para lo cual es requisito elegir a los más idóneos. Luego considerar que las decisiones se toman a través del voto informado, libre y universal entre alternativas definidas. A este respecto es importante asumir que se debe volver al voto obligatorio, como lo fue hasta hace unos años. Se ha hecho consenso común que una vía de solución es una nueva Constitución, pues bien, explorémosla. Estudiemos y preparémonos para participar por las vías y procedimientos que el Parlamento proponga.
En segundo lugar comprometámonos con la paz, todos a nuestro nivel. Desarmando los espíritus, morigerando el lenguaje, no suponiendo intenciones, transmitiendo mensajes positivos no alarmistas en las redes sociales, aislando (no eliminando) a los violentistas. En nuestro país nadie sobra, todos tenemos cabida y un rol que cumplir.
Valoremos lo que generaciones anteriores construyeron. Los medios de comunicación hoy hacen intolerable las desigualdad, cuya conciencia ellos mismos habían contribuido a adormecer. Los políticos deben hacer lo suyo con programas y leyes benignas para el pobre.
La realidad virtual nos hace creer que las cosas suceden en forma automática y sin esfuerzo. La realidad del día a día es muy otra, son graduales, con trabajo persistente y buscando el entendimiento entre las personas. Que esta sea la oportunidad de crear un Chile nuevo y mejor, más justo y pacífico. Que Dios nos aliente y fortalezca en esta tarea.
Guillermo Stevens Moya, Delegado Vicaría de Pastoral Social. Obispado de Chillán.