Secciones

El tesón de las alfareras de Quinchamalí para dejar su huella

E-mail Compartir

Sentada en una banca de madera frente a una mesa del mismo material, está Flor Caro Sandoval (53). Tiene los trozos de greda seleccionados, moja sus dedos en una fuente de agua y comienza a moldear el barro, de manera casi mecánica. Cuenta que la experiencia de más de 30 años dedicándose a la artesanía hacen que esta primera etapa sea sencilla.

La señora Flor vive en el sector sur de Quinchamalí. Ella es parte de alma de la localidad, es parte del arte que caracteriza a este pueblo ubicado a 36 kilómetros de Chillán.

Mientras sus manos se ennegrecen con la greda explica que en Quinchamalí existen muchas falencias. La primera, que le afecta directamente a ellas, las artesanas, es la falta de materia prima. "Ha salido en la televisión, en los diarios, pero nadie toma consciencia. Nosotros ya no tenemos dónde buscar la greda. Hay minas, pero están en terrenos particulares", detalla.

Como anécdota, cuenta que hace poco logró encontrar por accidente su tan preciado barro. "Se colocó un alumbrado público a la orilla de la autopista y ahí pasa una veda. Entonces justo hicieron el hoyo para poner el poste y me di cuenta que era greda y la saqué", relata.

En su banca de madera sigue relatando la historia y problemas que afectan a las mujeres que dedican sus horas a la artesanía. Sus manos no paran de trabajar y es así como logra que, de a poco, la masa amorfa se vaya pareciendo a la base de un recipiente. Con una paleta de calabaza que ella llama "Mate", da forma a la figura.

Flor cuenta que aprendió esta técnica mirando. "Cuando niña no me llamaba la atención, pero después como uno no tuvo los recursos para seguir estudiando y carácter para ser empleada nunca he tenido, tuve que aprender. Miraba a mi mamá y a mi tía. Ellas me guiaban".

Comenzó haciendo juguetes, al igual que su tía. Pero en la década de los '80 tuvo la oportunidad de asistir a un taller que la hizo avanzar del arte ornamental al utilitario, que es el que realiza actualmente.

"Yo gracias a los cursos que se hacían antiguamente, que creo que eran por Caritas Chile, aprendí todo lo que sé hoy. En esos años estaba Tulia Ulloa, ella aportó mucho".

Flor destaca que este era un arte que se aprende, que se hereda. Y aquí nace la segunda falencia o problemática que afecta a las artesanas de Quinchamalí: "Yo pertenezco a un grupo de artesanas y de todas las que estamos, ninguna hija o nieta sigue la tradición. Esto morirá con nosotras si nadie más aprende este arte", sentencia Flor.

Y aunque la angustia esta situación, sus manos no paran de seguir moldeando la masa. "Aquí estoy haciendo la base, aquí puedo sacar una pieza como una olla, un jarro", explica.

La clave de una buena pieza es la paciencia. No están listas de un día para otro. Tienen que perder toda la humedad, "no tienen que quedar vientos", puntualiza Flor. Sólo así se evita que la greda se quiebre cuando se eche al fuego.

Una tercera dificultad es la falta de espacios para mostrar sus trabajos y alto costo que tienen que pagar cada vez que participan en una exposición. "Los locales de la calle principal son revendedoras. Ninguna de las artesanas tenemos casas en esa avenida. Ellas compran y venden a los turistas", aclara.

Por eso, ellas no han notado los beneficios que ha significado que Sernatur haya incluido a la localidad dentro de los diez pueblos a potenciar turísticamente en el país.

Paola Núñez, de este organismo de gobierno, cuenta que desde julio de este año se ha hecho un trabajo sostenido con los operadores turísticos para potenciar a Quinchamalí, entregando información y folletería. Aunque la evaluación la harán en seis meses más, creen que el balance ha sido positivo.

Sin embargo, Flor aplaude esta iniciativa, pero cree que es insuficiente.

Cuenta que ellas tienen un centro de eventos, que también ha generado múltiples conflictos con los demás habitantes del pueblo.

"El primer problema es que el centro de eventos está en un hoyo, cuando hacemos la Feria Costumbrista en el verano los vehículos pasan de largo, porque no se ve. Pero esto va de mal en peor. Estamos a cargo del salón, que fue una compensación de la Celulosa. Esto no se construyó en terreno de nosotras. Los dineros llegaron a la municipalidad. El pueblo reclama que es de todos, pero ahora lo tenemos en comodato por diez años. Pero ha sido horrible, ayer nos encontramos que por segunda vez nos entraron a robar", detalla.

Y ligado a lo anterior está el cuarto problema: costos que tiene vender sus productos.

"Para poder salir a ferias todo es un pago. Para poder exponer tenemos que pagar impuestos. No hay un apoyo, por ejemplo, en Pomaire están exentos de impuestos si vende sus productos en su pueblo y aquí eso no sucede. Son cosas que cansan. Yo lo trabajo, porque me gusta. A uno la reconocen como artesana. Yo no le vendo al intermediario. Uno se enferma de las manos. Mis dedos todos torcidos, pero creo y eso me gusta", asegura con una gran sonrisa.

Desde el jueves pasado, el grupo "La unión de artesanos en greda", al que pertenece Flor, viajó a Santiago para mostrar sus piezas en una exposición.

Saben que los chilenos y extranjeros valoran sus piezas; sin embargo, creen, en especial Flor, que falta más apoyo.

En no más de 15 minutos la masa amorfa ya tiene buen aspecto. Podría ser una olla o la tradicional figura de la guitarrera. Las manos de Flor son mágicas, "puedo crear lo que yo quiera".

El arte de las alfareras no es sencillo. A lo menos son 15 pasos los que se tienen que pasar antes de que la pieza de greda negra esté terminada.

Lo primero que aclara Flor Caro es que en cada una de las etapas del trabajo, las piezas debe ir perdiendo humedad hasta llegar al cocimiento. Esa es la clave. "No es que uno vaya tomando un trozo de greda y lo va a tener listo al tiro", aclara de inmediato.

Lo primero es tener la materia prima: la greda. Hay vedas, cada vez más escasas, bajo tierra. Una vez que se reconocen, se extrae y luego debe prepararse para poder trabajar las piezas de artesanía.

"La greda la pisa, se mezcla tierra amarilla más arena. La greda sale húmeda y nosotros la secamos. Tenemos que dejarla y de nuevo ponerla a secar para que podamos almacenarla. Después cuando nosotros vamos a prepararla, ahí sacamos sólo la cantidad que necesitamos. La tierra amarilla le da mucha firmeza y la cierra las porosidades. Yo trabajo harto lo utilitario y no lo ornamental, por eso me sirve de esta forma", explica.

Lo primero es hacer la base. Una vez que está listo el "armado", como lo define Flor, hay que esperar que vuelva a perder humedad. "Que esté firme. Si yo la armo al tiro se me cae, se me quiebra".

Cuando la pieza ya está armada, está más dura. Ahí comienza la fase siguiente: el raspado. "Tengo que sacarle todo lo que sobra y dejarla, la greda después la vuelvo a reutilizar. Adelgazo la pieza, la pieza se va mejorando". Esto se hace con un cuchillo, igual que cuando se pela una manzana.

Después viene el pulido con agua, que es el primero de varios. Aquí con una escobilla húmeda se pasa por la pieza, como una lija. "Uno se carga, en caso de que quede un viento. Uno mide la fuerza, para no quebrar la pieza, eso uno lo aprende con la experiencia de los años".

Después viene el encolado, que consiste en que se embute una tierra aguada roja y luego se vuelve a pulir. En esta etapa también pierde humedad.

Luego se pule, hasta el último rincón, con una piedra. "Si uno quiere más brillo le echa enjundia de gallina y lo vuelve a pulir, queda brillante, brillante".

Ahí recién viene el decorado, las flores. Una vez fría se le echa el color blanco a la decoración. Y finalmente, la pieza está terminada.

Paso 1 Preparar la greda, que se mezcla con tierra amarilla y arena. Se debe pisar para dar consistencia.

Paso 3 Con un cuchillo es hace el primer raspado. La pieza en cada proceso, pierde humedad.

Paso 2 Se moldea una base. Con la herramienta Mate (paleta de calabaza) se le va dando forma.

Paso 4 El encolado se hace con tierra roja y luego se pule con una piedra que le da brillo a la pieza.