Sello normalista
Al menos 16 de las 33 principales pesquerías chilenas se encuentran en crisis, según el último informe de Estado de Situación de Especies de 2013, de la Subpesca, por sobreexplotación.
La Escuela Normal recibía a los más destacados, salidos de las escuelitas de nuestra geografía.
Dentro de unos días, se cumple el 126° Aniversario de la fundación de la Escuela Normal de Chillán. Y es una fecha más que significativa para reconocer lo que aquella escuela significó para los ñublensinos y, por qué no decirlo, para el país.
El 17 de abril de 1888 se iniciaron las labores docentes de una Escuela más que necesaria para Chile, porque era un establecimiento formador de los profesores que le iban a entregar las armas del saber a generaciones completas de muchachos. Armas del conocimiento global del hombre y el universo. Armas para volcarlos a otros, para enseñarles y abrirles los ojos a una vida mejor. O sea, recibir y dar, en la misma proporción y con la misma calidad.
La Escuela Normal de Chillán fue una de las más genuinas representantes de lo que fue el sueño de unos visionarios que abrieron los cauces a la enseñanza en nuestro país, sabiendo que en la cultura y en el saber, estaba asegurándose el futuro de nuestra nación. Sólo se aceptaban jóvenes con vocación. Jóvenes provenientes de las profundidades de una sociedad rural, con las ansias de aprender a ser un docente de verdad e ir a los campos a ayudar a otros niños a salir de las oscuridades de la ignorancia.
Jóvenes vocacionales, sacrificados y humildes, decididos a ser mejores y a convertir en mejores a sus convecinos.
La Escuela Normal recibía a los más destacados, salidos de las escuelitas de nuestra geografía. Los primeros lugares, los con mayor vocación, los que demostraban voluntad y verdadera disposición para la docencia. Por eso, y tras severa selección, los que llegaban a la Normal de Chillán eran, sin duda, los mejores. Su paso por las aulas normalistas los convertía en consecuentes ciudadanos, amantes de su profesión. Pero, además, sencillos y solidarios.
Por eso, la Escuela Normal ejerció tal influencia en Chillán que, sin exagerar, gran parte de su actual nivel cultural, se le debe a la gente que de allí egresó. Y es sencillo el análisis para confirmar lo que digo.
Muchachos de nuestros barrios, de nuestras escuelitas de campo, llegaban a las aulas normalistas con el único afán de aprender para enseñar. Y lo demostraban cada día, con entusiasmo y con fe. Durante sus estudios, convivían socialmente aquí, empapándose de nuestra idiosincrasia. Luego, cuando egresaban, no sólo convertidos en profesores, sino también en hombres y mujeres integrales, de bien, hermanos de sus colegas, regresaban a sus lugares de origen o a otros similares, convencidos en convertir su tarea en un apostolado. De ahí entonces que Chillán cimentó sus bases para ser llamada la capital de la cultura, la cuna de tantos talentos que iluminan las páginas de nuestra Historia. Por eso es que recordamos a esta "Madre de Madres", como dice su Himno, en cada aniversario suyo, con la misma nostalgia de los hijos agradecidos.
Periodista.