Adultos mayores
Un estudio indica que el 37% de laos hogares son informales, sitios donde se producen los atentados más flagrantes en contra de los derechos de las personas.
Pareciera que originar tendencias es una de las tareas más complejas a nivel de sociedad, y naturalmente una de ellas es la preocupación que como país se debiera tener ante quienes aparecen como desvalidos ya sea por su situación de salud o su condición etarea. Nuestra Región ha sido testigo de grandes desgracias colectivas, en las que un incendio cobra la vida de muchas personas, por lo general de edad avanzada, que permanecen en hogares de larga estada y muy lejos de todo control de los organismos del Estado que debieran preocuparse de ello. Por cierto, en estos establecimientos quienes corren todo el riesgo son personas cuya condición socioeconómica les impide acceder a hogares donde se cuenta con comodidades, atención médica, personal especializado, etcétera. En consecuencia, recurren a lo que pueden pagar con sus escuálidas pensiones. Algo similar sucede con las familias que dejan en estos lugares a quienes sufren enfermedades mentales. ¿En cuántos casos se han producido incendios, grandes tragedias, y las personas ni siquiera tuvieron la oportunidad de escapar porque se les mantiene encerrados y bajo llave, sin personal responsable que se preocupe por la seguridad de los enfermos o ancianos?. Son incontables y, ahora, se suma lo ocurrido en el pueblo de Reumén, comuna de Paillaco, en la Región de Los Ríos, donde diez personas dejaron de existir, en un incendio de proporciones. Un estudio indica que el 37 por ciento de estas casas de larga estada son "informales", sitios donde se producen los atentados más flagrantes en contra de los derechos humanos de las personas. Sin embargo, ninguna autoridad se preocupa de inspeccionar, supervisar y sancionar a estos establecimientos donde los ancianos muchas veces sufren las mayores iniquidades. Pareciera ser que la sociedad se conforma pensando en "es lo que hay" y "peor sería que ...". Pero no, el Estado debe aceptar las responsabilidades que le competen y disponer, en cualquiera de las formas, de establecimientos donde la ancianidad desvalida reciba un trato digno.