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El Periodismo llora a García Márquez

El Premio Nobel de Literatura colombiano falleció ayer a los 87 años de edad. Tras de sí deja una huella de amor a su "oficio", el que traspasó a las nuevas generaciones.

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Murió Gabriel García Márquez, el periodista, el novelista exitoso, el cuenta cuentos colombiano, Premio Nobel de Literatura (1982). El ser humano creador de Macondo, del realismo mágico, los Cien Años de Soledad o Crónica de una Muerte Anunciada, aquel que transformó de alguna manera las letras hispanoamericanas.

Apenas 24 horas, mientras la expectación por su estado de salud se extendía por todo el mundo, un estudio norteamericano sobre ocupación y empleo situaba a la carrera periodística como uno de los peores trabajos del mundo, junto con el de leñador, de acuerdo al sitio CareerCast.

Algo en lo que García Márquez no habría estado jamás de acuerdo. Él, que le dio a la función periodística el apelativo de "el mejor oficio del mundo", fue un incesante columnista y en 1951 formalizó esa relación con la tinta impresa como reportero del diario El Espectador de Bogotá. Su capacidad para contar historias como ninguno se tradujo en su primer reportaje periodístico, titulado "El relato de un náufrago", el cual se convirtió luego en novela e impulsó su carrera internacional. Trabajó como periodista en Venezuela y La Habana, tras el triunfo de la revolución cubana, luego Nueva York y México.

En uno de sus más recordados discursos ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en Los Ángeles, EE.UU., en 1996, refrendó todo su amor a ese "oficio" entrañable desarrollado en toda una vida de reportero y escritor.

"El periodismo -dijo- es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia".

En 1994, conocedor del aporte que podía seguir entregando a nuevas generaciones de periodistas, García Márquez inauguró la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

A sus 87 años, la noticia de la muerte de Gabriel García Márquez se difundió como llamas por las redes sociales, aquellas que él creía que habían deformado por la presión de la instantaneidad la profesión del periodista. Sin embargo hoy su figura volverá a ser tinta en los diarios del mundo, contando sus historias y sus hazañas personales, y reafirmando con su ejemplo que el Periodismo sí es el mejor oficio del mundo.

Solidaridad

"Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia".

Si somos un país tan vulnerable. Si a cada rato nos visitan elementos naturales destructivos, ¿por qué no recibirlos preparados?

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Solidaridad es la respuesta a un grito desgarrado. Es el borrón a la desgracia, es el oxígeno que recupera al que se ahoga, es el bastón del que no puede caminar.

Un terremoto cruel, traicionero y habitual conviviente de nuestra historia, nos remeció a todos, afectando con su virulencia a nuestro norte bello y sufrido. Y nos conmovió de tal manera que nos movilizamos todos para arropar al hermano, para levantar al caído, para alimentar al niño que llora en brazos de la mujer desolada.

Y, de pronto, un incendio voraz, desconocido y feroz, consumió las ilusiones y esperanzas de miles de porteños que se refugiaron en cerros, mirando desde lo alto el palpitar de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Y nos volvieron a aflorar los sentimientos por los grifos de la vida, queriendo apagar las llamas devoradoras con el voluntarismo humano que nos brotó a raudales. "No vengan más voluntarios", gritó el Alcalde porteño, sobrepasado por el tsunami de jóvenes con pala que quieren sembrar de casitas nuevamente las quebradas porteñas.

Me emociona tal demostración de solidaridad espontánea. Pero, también me llama a la reflexión. Si somos un país tan vulnerable. Si a cada rato nos visitan los elementos naturales destructivos, ¿por qué no recibirlos preparados? ¿Por qué no somos capaces de prever para actuar de forma rápida y efectiva?

Contra los terremotos, construcciones firmes, respetando las normativas existentes. Y revisiones serias y permanentes, sancionando con severidad a los pillos que quieren lucrar con los vicios ocultos de construcción.

Para las inundaciones, prever los lugares por donde las aguas sorpresivas buscan su salida hacia el mar y dejarles libres el cauce. Y en las ciudades, construir canales hacia ríos o esteros, desahogos de las alcantarillas. Y no botar basuras o escombros en cualquier lugar, evitando los tapones de los desagües. O sea, limpieza y buenos hábitos ciudadanos.

Para los incendios, construir cortafuegos urbanos y rurales. Limpiar las malezas en sitios eriazos y orillas de caminos. Realizar podas correctas. Rodear las zonas habitadas con cortafuegos inteligentes y diseñar las ciudades contando con grifos cada ciertas distancias y con la opinión de los bomberos, que de esto saben mucho?

Tener dividido nuestro país en regiones, de acuerdo a lo que la Historia nos ha enseñado con tanta sangre y lágrimas. Y en ellas, acopiar lo que se necesita para un terremoto, para una inundación, una erupción volcánica o para un incendio devastador. Y responder con rapidez ante la emergencia.

Entonces destinaríamos nuestra solidaridad para llevar sonrisas a la vida y no para borrar lágrimas, como hoy.

Periodista.