San Carlos tan lejos de Dios y tan cerca de Chillán se puede decir parodiando lo que se dijo sobre México en su relación con Estados Unidos. Soy de San Carlos. Duele leer la encuesta sobre la calidad de vida de las ciudades chilenas, donde San Carlos aparece entre las peores evaluadas. Pero la culpa no la tiene Chillán; no, somos los propios sancarlinos responsables de nuestras penurias. Le podemos echar la culpa a nuestros representantes en el Congreso, en el Municipio, pero, al final, nosotros mismos los elegimos. O bien, culpando a Chillán de nuestro estado.
Sin embargo, algo de verdad -histórica, medible, hasta cultural- hay en esto; sí, con otro nombre: centralismo. El centralismo chupa, succiona, atrae a la periferia; Santiago lo hace con todo el país y Concepción con la octava región. Chillán, frente a este peligro, reacciona justamente para exigir ser la cabeza de otra con el nombre de Ñuble.
San Carlos, cabecera de una comuna con más de cincuenta mil habitantes, eminentemente agrícola, se ha ido quedando- se quedó para ser más exacto- sin educación superior, pues, toda, ni una modesta sede vinculada a la realidad local se instaló aquí, sino ha elegido Chillán y los colegios secundarios de esta ciudad atraen a sus alumnos; la mediana industria ha hecho lo mismo, igual tiendas, supermercados para ir enumerando algunos aspectos propios de la concentración del comercio, la economía, la educación, la cultura en un determinado lugar cada vez más gravitante.
Se puede decir que las leyes del mercado obligan a este centralismo, pero, por otro lado, se arguye, con razón, que el país necesita un desarrollo integral, donde la periferia y el centro interactúen para su propio desarrollo.
San Carlos está muy cerca de Chillán, no lo sabemos si de Dios, pero esa cercanía no puede ser excusa para que San Carlos, como la segunda ciudad de la provincia, no sienta este golpe: despierte y se ponga a caminar. Y con razón, es la hora, de dejar la inercia provinciana - la que en sí es rica en sí misma para descansar-pero no para los jóvenes que emigran en busca de nuevos horizontes al no tener fuentes de trabajos, centros de estudios, desafíos ni tampoco para la vida diaria de los sancarlinos . También es un golpe para las autoridades de ayer y de hoy por lo que hicieron o no para mejorar la ciudad.
El presente de San Carlos y su futuro está en el agro y quizás, dentro de poco, directa o indirectamente, con las riquezas que empiezan a aflorar en la cordillera, siempre y cuando el centralismo no se las lleve y los sancarlinos despierten en busca de su futuro.