El Cuerpo de Bomberos es una de las más prestigiadas instituciones del país, que entrega a la sociedad en forma gratuita el recurso humano que requiere ante las emergencias. Recientemente, el pasado 30 de Junio cumplieron 163 años desde que en 1851 se creó la primera compañía chilena, ubicada en Valparaíso.

A diferencia de lo que ocurre en otros países, en Chile los bomberos son voluntarios, no remunerados e incluso el desarrollo de esta actividad les significa muchas veces solventar de sus propios bolsillos el traslado y compra de algunos implementos, restar horas de descanso, de sueño o de trabajo, con el fin de entregar su ayuda a la comunidad.

En un mundo que parece guiado por el principio de la retribución económica, los voluntarios chilenos son un ejemplo mundial. Despliegan su ayuda oportuna a quienes tienen necesidades, dolores, peligros, ya sea en un incendio, en una catástrofe, inundación, o accidente de tránsito. Son los mismos jóvenes que deben someterse a continuo perfeccionamiento, para estar preparados frente a los nuevos desafíos que les presentan las emergencias.

Los bomberos chilenos prestan un juramento de servicio y lo desarrollan aun arriesgando sus vidas y bregando no sólo contra el fuego inclemente, sino muchas veces ante las incomprensiones y agresiones que reciben de pobladores, o la indiferencia cuando solicitan la colaboración durante las campañas económicas.

Ser voluntario del Cuerpo de Bomberos es una verdadera opción de vida y quienes están en sus filas y desarrollan su trabajo desinteresado de ayuda a la sociedad, son un ejemplo para muchos jóvenes que, desorientados, no encuentran el sentido de su paso por este mundo. Por eso, el trabajo de estos jóvenes y adultos es digno de ser reconocido.

Hoy muchos de estos uniformados saldrán a las calles de la ciudad de Chillán en busca de su apoyo, a través de una colecta solidaria. ¿Por qué? Porque a pesar de recibir aportes del Gobierno Regional y comunal, la esforzada tarea que realizan sin horario ni descanso les implica gastos que deben ser solventados con el apoyo de la comunidad local. Lo que recauden será utilizado para adquisición de material menor, como uniones de mangueras, equipos de respiración autónoma y equipos de protección para los voluntarios, es decir, herramientas básicas para que los rescates o los combates de incendios en 'temporada alta' de uso de las estufas tengan una respuesta pronta y efectiva. En caso de emergencia, de seguro usted o algún vecino, familiar o conocido necesitará de esa ayuda; hoy serán ellos quien se la pidan con la mayor humildad. Gracias a nuestros bomberos voluntarios, por su entrega desinteresada.

Esto sucedió en 1967 y la ciudad favorecida era Curitiba. Se trataba de crear allí una Escuela Normal y la UNESCO disponía para tal efecto de un millón de dólares. En la época era representante de ese organismo de las Naciones Unidas, con residencia en Río de Janeiro, don Alejandro Covarrubias Zagal, uno de los maestros más importantes y admirador absoluto de la Enseñanza Normal.

Había sido Director de la Escuela Normal de Victoria, donde fui su alumno. Desde allí se fue a Antofagasta, donde fundó y dirigió la Escuela Normal de esa ciudad. Finalmente, fue director de la Escuela Normal Superior de Santiago, donde también fui su alumno en un curso de capacitación pedagógica. Allí jubiló. Poco después fue contratado como experto educacional de la UNESCO. Ostentando esa condición visitó la Escuela Normal de Valdivia, donde yo trabajaba. Me hizo, entonces, una proposición espectacular: Hacerme cargo del proyecto de Curitiba; crear en esa ciudad una Escuela Normal. Según él yo tenía los requisitos profesionales y humanos para esa empresa: tenía 49 años de edad. Poseía dos títulos docentes, profesor primario y profesor secundario. Comenzó en seguía a pintarme Brasil. Brasil- me describía es un país continente. Todavía hay allí tierras vírgenes. Tiene dos clases sociales: una muy rica, con escuelas con piscinas y aguas temperadas y tiene muchas escuelas pobres, con pisos de tierra. Hay una clase media muy débil. Me estaba describiendo al Brasil de medio siglo atrás. Por eso me decía, 'Allí en educación hay mucho que hacer. El libro de Rodolfo Munizaga Aguirre, 'Principios de la Educación', te basta para hacer un buen papel'.

Su descripción tenía muchos beneficios para mí. Pondría a mis cuatro hijos en buenos colegios como corresponde a un trabajador de las Naciones Unidas. Acepté y tal como lo dijo y con los formularios de postulación en mis manos los envié a París, sede europea de la UNESCO. Esta postulación será aprobada - me dijo - porque está recomendada por mí y por estar el compromiso radicado en la misma región del postulante. Yo, que trabajaba en esos días en la sede de la Universidad Técnica del Estado (UTE), como subdirector, estaba impaciente, porque la aprobación llegara, recibí un día una carta de París. Era el acuse de recibo de mi postulación, nota firmada por don José Miguel Insulza, el actual jefe de la OEA. ¿Y la aceptación? Pasaron varios meses sin noticias, hasta que un día, trece meses después, don Alejandro llegó de nuevo a Valdivia. La pregunta era inevitable ¿Qué pasó don Alejandro? 'No resultó por cuestiones políticas en Brasil y el millón de dólares no fue destinado a Japón. Ese dinero servirá para otros fines y el encargado de gastarlos será un japonés…', fue su categórica respuesta. ¡Esa situación política, me impidió estar presente de esta fiesta mundial que Brasil está celebrando!