El valor de la vida
Hace unas semanas atrás en visita a los Estados Unidos, la presidenta de la república sra. Michelle Bachelet manifestaba que durante el segundo semestre de este año se produciría en nuestro país la despenalización del aborto. Para algunos, este es un tema que debiera decidirse con absoluta prescindencia de las creencias religiosas, pues es un tema de la ciudadanía en general. Otros nos recuerdan insistentemente que estamos en un estado laico no confesional.
La verdad es que al menos a mí me cuesta muchísimo poder hacer esta separación artificial. Como si las personas pudiéramos sufrir una especie de despersonalización según los temas que tratemos.
Desde la perspectiva sistémica se ha acuñado una frase muy común que dice 'todo lo dicho es dicho por alguien'. Parece tan obvio no, pero contiene mucha sabiduría. Cada vez que emitimos una opinión o comentario, o simplemente miramos la realidad, no podemos desprendernos de todo lo que somos. Me explico, nuestra historia está contenida en cada mirada que hacemos de la realidad. Las creencias, experiencias, no son una especie de vestido que nos podemos sacar para acercarnos a las circunstancias desde la nada. Lo importante es tener claro cuáles son estas creencias, vivencias, historias que nos ayudan a tener tal o cual pensamiento.
Cuando hablamos de despenalizar el aborto, nosotros los que somos cristianos no podemos tener una visión tibia al respecto. Por supuesto que la mirada de la vida debe estar traspasada por nuestra fe. Nuestro pensamiento para que sea saludable debe ser orgánico, es decir que pueda vivirse en lo cotidiano. La vida es sagrada desde su concepción y para ello no hay una fecha específica en la cual podamos definir cuando se es persona, pues la vida es un continuum; y por ello la defendemos desde su inicio hasta su fin natural.
Además cuando se valora la vida de una forma madura no podemos querer juzgar si una persona merece nacer o no según las circunstancias de su concepción o la calidad de este. La vida es vida y no depende su legitimidad de la calidad moral o personal de los progenitores.
La verdad es que todavía queda mucho por decir o conversar, aunque el valor de la vida no puede depender de la política de los consensos, hay quienes la defenderemos sencillamente porque nuestras creencias, historia y anhelo así nos lo indican.