Chillán ciudad mundialera
Dentro de un año y tres meses, la pelotita de un Mundial de Fútbol estará rodando en el césped del Estadio Bicentenario Nelson Oyarzún Arenas de Chillán. Será el Mundial Sub 17, que concitará todas las miradas del mundo deportivo, porque un torneo de esta categoría es la inmediata antesala de lo máximo. Vendrán miles de aficionados, familiares de los futbolistas, periodistas, técnicos de medios de comunicación de todos los calibres. Repletarán estadios, coparán hoteles, degustarán nuestra gastronomía, recorrerán nuestros paisajes y enviarán mensajes describiéndonos a los más diversos confines del orbe. ¿Qué podemos hacer para recibirlos en condiciones? Tomar conciencia de que somos los anfitriones, que si bien es un gran evento organizado por la FIFA, seremos nosotros los que quedaremos en la retina de los visitantes. Por lo tanto, debemos prepararnos con iniciativas novedosas, con convencido entusiasmo y decisión para lanzarnos a la conquista de aquella industria poderosa llamada turismo. Debemos fijarnos proyectos personales y colectivos, diversos, distintos, locos incluso, pero viables. Y una vez definido aquello, fijar los tiempos para sacar adelante con éxito tales proyectos. Como ciudad, debemos 'iluminar' Chillán. En términos de nuevas tecnologías, esto significa ofrecer Wi Fi gratuito en nuestros espacios públicos, con el fin de que quienes nos visiten puedan comunicarse a cualquier hora y en tiempo real con sus respectivos países. En términos urbanos, iluminar una ciudad significa embellecerla, hacer más claras nuestras calles, embellecer las fachadas de casas y edificios. Eliminar la sensación de tener casas derruidas, paredes descoloridas y groseramente pintarrajeadas. Entre todos debemos cambiarle el rostro a la ciudad. Desde los estamentos públicos, incentivar la pintura de las fachadas. Y cada cual preocuparse del embellecimiento de nuestros jardines, limpiar los frontis de nuestras casas. Los comercios, competir en brillo, adornar vitrinas. En fin…
Y en términos sociales, significa que cada uno de nosotros debe convertirse en un promotor de la ciudad, un garante de seguridad, un anfitrión de primera línea, una mano amiga tendida para que el turista vuelva de nuevo.