Julio San Martín Chandía
'Nosotros debemos ser parientes', me decía habitualmente Julio San Martín. Y sacaba de su escritorio una foto de su padre en la que aparecía un señor con el cual yo tengo un cierto parecido. 'Sin embargo, le respondía, mi familia proviene de San Ignacio y la suya, de San Carlos o de Bulnes'…a lo cual, con una carcajada, zanjaba: 'Y qué más da…kilómetros más, kilómetros menos, nuestros viejos se repartían por la geografía cabalgando, cabalgando'.
Julio San Martín Chandía se nos fue de pronto, sin aviso, dejándonos en el recuerdo su sonrisa sarcástica y su vozarrón contundente. Era hombre de gestos claros y de decisión rápida.
Estuvo algunas veces en Madrid, donde yo le recibía con entusiasmo, porque viajaba con objetivos concretos, siempre pensando en su Chillán Viejo. Hace ya varios años, en uno de esos viajes junto al entonces Concejal Carlos Ulloa Bao, que es profesor de Historia, me señaló que quería ubicar el lugar donde estuviera sepultado Martín Ruiz de Gamboa, el fundador de Chillán.
Contacté con la Dirección del Archivo de Indias, en Sevilla. Fueron ambos a la capital andaluza y les otorgaron un carnet de Investigador. No encontraron vestigios sobre el Mariscal español, pero Julio regresó a Madrid tan contento, que hasta hace poco me seguía contando anécdotas de aquella visita y luciendo con orgullo su carnet de investigador.
En otra ocasión, casi a la medianoche española, recibí una llamada telefónica desde Chillán Viejo. Era Julio, quien me preguntaba sobre 'las dimensiones de la base del monumento de Cristóbal Colón en Madrid'. Menuda pregunta. Afortunadamente, tenía frente a mí una postal y conté las veces que cabía Colón en su base y le di el cálculo aproximado. Cuando vine, años después, vi el monumento a O'Higgins, encaramado en las alturas, y comprendí el por qué de su entonces extraña pregunta.
Así era el ex Alcalde de Chillán Viejo, observador, perseverante y tenaz. Incluso, muchas veces terco. Sobre todo, cuando estaba convencido de que tenía razón. Y eso no sólo le trajo algunos contratiempos, sino también críticas destempladas.
Ahora, al final de su trayecto, las voces se suavizan y los mensajes se unifican, reconociendo que su capacidad de servicio y de gestión le cambió el rostro a su Chillán Viejo amado. La vida pueblerina se hizo más digna y se transformó en deliciosa urbe provinciana, dotada con puntos de encuentro del chillanvejano sencillo y querendón.
Una calle, un parque o un edificio consistorial llevarán su nombre, porque en la despedida aparece con nitidez el reconocimiento social del primer Alcalde que tuvo la Comuna Histórica.